Uno de los ministros en ejercicio, al servicio de la Presidencia de este presente gobierno, se ha tomado el atrevido valor de exponer en público, -valdría estimarse que bajo el consentimiento autorizado de la autoridad de El Estado-, la insoslayable verdad que exhibe y pone en alerta, sobre la imprescindibilidad más que cierta, relacionada con la atada dependencia del sistema económico vigente en la República Dominicana, que durante dos siglos ha valido su extraordinario desarrollo económico, en la explotación de la fuerza laboral de la obrería semiesclavizada, heredada de la trata, importación y esclavizamiento masivo de seres humanos procedentes del continente africano, para ser dedicados, sobre todo, al fomento de plantaciones agrícolas y demá servidumbres propias de la floreciente economía europea, apoyada en las riquezas descubiertas en toda la región americana y, de modo excepcional, en la Isla Hispaniola.
Está demás, al dirigirse uno a un foro caracterizado por el intelectualismo profesional que signa esta comunidad virtual, explicar, repetir, argumentar más sobre el poder que sobre la acumulación original de esfuerzos transables que significa la explotación, aprovechamiento y beneficio contable que significa la sumatoria y multiplicación de plusvalía, convertida en poder monetario, representación autorizada, letitimada del poder social asumido como legalidad socialmente convenida y contratada convencionalmente impuesta y acepatada ya como tradición y constumbre en nuestra Sociedad del Capitalismo, a la que hoy nos acogemos, si no complacidos, por lo menos asumidos y acomomodados pacíficamente.
Hoy, por extensión de la resumida historia expuesta, contamos con una sociedad extendidamente mezclada, mestizada, social, biológica e históricamente indisoluble, pero fundamentalmente inclinada, en materia social, histórica, política y económica, hacia la segregación impuesta por la dinámica material, histórica y antropológica en la que se funda la Sociedad del Capitalismo, la florecida economía política, favorece ampliamente el desarrollo moderno de la Sociedad Dominicana, basada en el beneficio intenso de la plusvaloración de los servicios entregados con grandes ventajas en favor de la Economía de Estado apoyada en la Acumulación de Esfuerzos Transables, rendidos por la obrería ofrecida por personas familiarmente descendientes de ese mestizaje y migracíón histórica de ciudadanos procedentes, nacidos o no, en la que hoy es la República de Haití.
Ese desarrollo económico, sigue montado, afirmado, cada vez más intensamente en esas facilidades para el aprovechamiento y beneficio económico, plusvaluado, de esa obrería servida por la haitianidad laboral, intensamente utilizada y convertida en valor comercial, mercadológico, humanamente utilizable y reproducible en favor del Sistema de plusvalía multiplicable en el que se apoya el Estado Económico Dominicano.
Los profesionales mentirosos, los que conocen y reconocen estas verdades, la callan o la esonden, religiosísticamente fanatizados, resudan en sus mentiras negacionistas, se ponen de moda, rezan, oran, alban, bendicen y hasta ruegan su salvacionismo divinal, en nombre de sus profanaciones demagógicas, engañados ellos mismos, en publicar sus mentiras, humanamente dañinas para todos, contra el progreso social, humano de la mínima oportunidad que esa explotación capitalista, admite en favor de la transformación cultural de esta civilización que mala o buena, es la oportunidad que se ofrece en favor del presente reconocido y la estabilización cultural, de esta civilidad humanística aspirada.
Cierto, ciertísimo es, que las consejerías servidas por las huestes populares deportivas, verdemarchantes por las tardes y cazadores negreros azuzandos por los espíritus del eperdenido cetrerismo trujilista, no le servirán bunas consejerías al mandante Gobierno, al agitar ningún descalabro económico como el que pudiera provocar un explosivo desordenamiento de un salto inflacionario como el previsible en la medida de que escasee la mano de obra generadora cierta de las riquezas beneficiarias de la plusvalía obrera tan aventajada como es la que sirve la obrería tanto en la producción del campo agropecuario, como en todos los demás servicios obreros populares.