Era solo asunto de esperar unos días. Desde el primer momento en que se dieron a conocer los audaces atentados guerreros escenificados a partir del aprovechamiento de artificios tecnológicos de los más avanzados recursos disponibles en estos momentos, sin medir la posibilidad de estar impulsando las posibles consecuencias de respuestas equivalentes, cualquier santo de palo pudo predecir con certera fidelidad, que el desastre provocado avecinaría al mundo a un nuevo desorden en cuanto a la inseguridad mundial, rompiendo por los puntos más debiles asequibles al terrorismo apoyado en recursos tecnológicos. Ya no serán las bombas desarrolladas a partir de tecnologías muy sofisticadas.
Pronto comenzaremos a saber de muchísimos recursos aplicables a partir de sencilleces como las de artificios que, por razones éticas, de responsabilidades profesionales, ni siquiera nos atrevemos a señalar, pero que, sin dudas, después de lo ocurrido en El Líbano, bien es facil de predecir que alterarán la seguridad de los viajeros que por millones, abordan cada día los vuelos comerciales y los demás medios de transmportes masivos.
Desgracias imposibles de prever, obligaran a todos los dirigentes del mundo a sentarse, mirarse las caras, decidir con urgencias, mínimos acuerdos para respetar ese mínimo de estabilización, antes de que la anundiada verdad del desorden ilimitado acuse el desconcierto frente a la seguridad comercial del sistema global de relaciones que hoy, minimamente, asegura, este inestable pero aun viable, equilibrio social al que nos acogemos.Eso de hacer valer cualquier medio, sobre tecnologías avanzadas, como recursos de guerra, puede salirle cara a todo el conjunto humano.
Si, lo hemos de entender, lo pregonamos constantemente, como estribillo de villancicos navideños, "La Guerra es La Guerra", pero, ello no evita que nos sintamos conmovidos ante tanta imprudencia sin medida que merece expresarse, a sabiendas de que nuestras palabras no pasarán más allá, de, quizás solo mi propia mirada, como respuesta narcisiista al gusto por sentirme desahogado ante mi propia imagen. Lo sé, La Guerra es La Guerra, nada más.
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