martes, 6 de agosto de 2024

VERDADES CASI ABSOLUTAS

Martes, 6 de agosto de 2024
VERDADES CASI ABSOLUTAS

Dos aseveraciones teóricas suelen consumir el tiempo y los esfuerzos mentales de las reflexiones humanas mejor ajustadas a la manera de concebir las inquietantes respuestas que, ante los alcances propios de la organización material reconocida entre los humanos, resulta concebir, cuando menos a partir de los poderes de la lógica conceptual convencionalmente aceptada. Una de esas aseveraciones consigna, como valor intelectual, la idea de la existencia de una suprainteligencia activa, supramaterial, existente sin coordenadas naturales de origen ni tiempo. Inteligencia de ilimitadas consecuencias, fuera de valores finitos, en la que caben todos los conocimientos, por cuanto no es posible imaginar que haya lugar alguno para imprevistos ni cambios.

La segunda aseveración se basa en los conocimientos alcanzados por la inteligencia humana, cultivada en torno a un reconocido principio, aceptado y asumido universalmente, basado en la aparente condición natural de la ley causa-efecto, tras la que queda expresado que cada acción natural responde a un efecto equivalente consecuente con la acción, siendo, por tanto, la dinámica natural un efecto indetenible de una acción consecuentemente compatible, equivalente. 

A todo lo así referido, vale incorporar la inevitable memoria de los hechos, consecuencia histórica de estos, que al parecer de la mente humana, permanece como registro histórico innato, más allá de otros signos materiales sensibles. Cierto, ciertísimo es, que los teóricos de las ciencias físicas, convencidos con una pasión que bordea la entrega religiosa, asumen como irrefutables los postulados que hasta hoy se mantienen como verdades divinas: primero, el Principio de Incertidumbre de Heisenberg; segundo, el Principio de Exclusión de Pauli; y tercero, la Teoría del Condensado de Bose-Einstein. 

Estos son considerados, de alguna manera, como los Misterios Cristianos de la Transubstanciación, la Trinidad Divina y la Concepción del Hijo de Dios. (Valga consignar en un paréntesis que Einstein, siempre advertido y precavido, dudó él mismo de la propia Teoría Cuántica y de sus anunciados inciertos). Los absolutismos divinos, tan necesarios a los ánimos vitales como la materia a la existencia, constituyen el esencialismo imprescindible que impulsa los estímulos biológicos connaturales que mueven los inalcanzables límites de la eternidad infinita 

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario