miércoles, 18 de septiembre de 2024

LA GUERRA ES LA GUERRA,... XIV

Una de las tecnologías más avanzadas, aplicada como táctica violenta de guerra, es el engaño. Esta estrategia fue utilizada por el poderoso enemigo de Dios Creador: el engaño, la falsificación y el camuflaje.

Vestido como serpiente, el demonio manipuló y vulneró, a partir de su astuta inteligencia, los deseos y voluntades del más destacado esfuerzo creador de Dios: el hombre y su pareja. Todos los cristianos formados en La Biblia conocemos las consecuencias generadas por aquel engaño, resultado de la decisión del Enemigo de provocar el peor daño jamás ejecutado contra el divino objeto diseñado y creado.

Los efectos derivados de esa maligna inteligencia pasaron luego al diseño, aprovechamiento y aplicación de armas tan rudimentarias como una bien pulida quijada de burro. Según consta en los documentos históricos, con un solo "quijazo", Caín arrebató la vida de su hermano Abel, motivado por insanos celos fraternos y dañinos sentimientos de resentimiento y envidia.

Mucho han evolucionado las técnicas para aplicar la violencia en la guerra. Los desarrollos de nuevas tecnologías han pasado de mordiscos, arañazos, jalones de cabello y trompicones, a las edades de los cayados y garrotes, seguidos por las hondas y otros dispositivos. Hoy, llegamos al control cuántico de las ondas teledirigidas. La guerra es la guerra.

Las razones son las mismas, y parece que siempre lo serán: formar parte del impecable proceso de evolución biológica, una etapa de la naturaleza propia de la materia. El mundo no ganará ni perderá guerra alguna; simplemente, la guerra es una etapa inevitable del curso evolutivo de la existencia natural, tanto material como espiritual.

Nosotros, los aficionados a los avances tecnológicos, hemos sido sorprendidos por los impactantes desarrollos de esta generación, dominada hoy por la capacidad digital de diseñar, desarrollar y aplicar recursos tan novedosos y sofisticados que casi parecen miniaturas de bombas cuánticas teletransportadas por algún recurso tecnológico que combina la imaginación de Arthur C. Clarke y Mandrake el Mago.

Sin embargo, los vivos presentes, que aún respiramos, podemos seguir convencidos de que, si insistimos en resistir nuestros anunciados y seguros destinos, pronto presenciaremos una ola de recursos tecnológicos renovados. Veremos insectos controlados por órdenes digitales capaces de transportar radioisótopos letales, bombas implantadas mediante cateterismos vasculares, y lentes con implantes biónicos. (Je, je... mi hijo, que duerme abrazado a su computadora, afirma que cuando intento pensar en el futuro tecnológico, ya un chino lo está ejecutando). Bueno... La guerra es la guerra. La guerra implica matar, destruir, modificar y avanzar, hasta donde parece contarnos la realidad de Einstein, Laplace y nuestra fe cristiana. El diseño natural no acepta ser modificado.

Sería ingenuo imaginar que las capacidades para generar novedades como las actuales serían exclusivas de unos pocos genios con recursos impenetrables. Obviamente, no será así. Este juguete pronto será comercializado como una simple herramienta escolar, al igual que hoy ocurre con el uso de conocimientos dominados por hackers, juguetes con rayos láser, la fabricación de pólvora, el ácido del diablo o el manejo de toxinas mortales aplicadas en la guerra moderna.

La guerra es la guerra. Así como llegan los fusiles Kalashnikov rusos en tanques de desechos domésticos desde Estados Unidos y Europa, también nos llegan los programas y algoritmos casi al instante. Y así llegarán, como ya lo hacen, los ton ton macoutes, Boko Haram, los aviones venezolanos, la coca y el fentanilo. La guerra es la guerra. Aún quedan algunos innings por disfrutar. Solo debemos esperar un poco más.



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