domingo, 1 de septiembre de 2024

LA GUERRA ES LA GUERRA....X


En una de estas conversaciones que con frecuencia tenemos entre nosotros, graduados de pasilleros teóricos, maestrados en la UASD y hoy doctorados en Geopolítica de Villas Municipales, escuché una aseveración franca y contundente, externada con una firme reflexión deducida según la apreciación de las informaciones que regularmente nos dan cuenta de cómo avanzan las operaciones guerreras, según los reportes periodísticos que constantemente nos alimentan, nos informan y nos dan sus propias versiones. Al referirse al desenlace previsible de la guerra entre Israel y Hamas en Palestina, nuestro respetable y bien dotado diletante expresó con contundencia: "Israel solo cesará sus operaciones en la Franja de Gaza cuando no quede nada, hasta dejarla como un páramo baldío, sin hierba, solo desierto de arena."

Yo, formado en la piadosa cultura cristiana, me aterroricé, enmudecí, tragué en seco, convencido de la contundencia de sus reflexionadas afirmaciones. Únicamente atiné a murmurar de forma casi inaudible: "La guerra es la guerra..." Casi lloroso, al despedirnos con esa lápida emocional en el alma, me dispuse a quedarme con ese penoso augurio. La guerra es la guerra: dura, sangrante a chorros. La guerra es la guerra. Imaginé los pedazos regados, hechos jirones, la desesperación del dolor, los gritos desgarradores, las heridas podridas entre gusanos, entre zopilotes, ratas, hormigas, cucarachas, perros realengos, moscas, etc., haciendo su agosto, sin respeto ni piedad frente a las oraciones divinales de mis memorias infantiles.

¿Y qué estarán pasando con los despedazados restos de los bombardeos ruso-ucranianos, de los que nos llegan tantas informaciones vaporosas servidas como partes de guerra, elaboradas como guiones de cine? Lo cierto, certísimo, es que los tambores de la marcha suenan como anunciadores catastróficos. La piedad cristiana, predicada y en ciertos modos propugnada y cultivada como principio ideológico en la cultura cristiana, no llega, no logra imponerse sobre las necesidades intrínsecas de la guerra, cuya lógica parece imponerse como una necesidad ineludible de control biológico y social, sometida al proyecto antropológico del evolucionismo. Hermanos, primos, amigos, vecinos, gente; biología aferrada evolutivamente a este inmortal deseo vocacional de multiplicación y superación perfeccionista, constituidos en entorno de nuestro inmediatismo cotidiano, bajo el proyecto de recuperación social dominico-haitiano en guerra de espanto y miseria a nuestros pies, sometidos a la competencia por la supervivencia, en lucha a través de los proyectos de la civilización comandada por el monetarismo, última palabra que hoy adorna las formas de la sobrevivencia.

La moneda es el arma de la guerra, pero quedamos bien entendidos, convencidos de que es solo la expresión de un instante. El evolucionismo material, natural, biológico, es el dios de la civilización, sin medidas, sin más sistemas conocidos hasta hoy. La guerra es la guerra... y continuará siendo así, inevitable civilización..  

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