sábado, 4 de diciembre de 2010

Carmen Sofía




Las corrientes de sus venas hicieron olas en mi alma al tremor de mis dedos vacilantes
Al tomarla entre mis manos cuando aun olía a los flujos del tibio parir materno
Retumbaron entre mis dedos como tambores su latidos de vida en abundancia
Su cuerpo diminuto y despierto reclamaba en contorneos sus espacios y derechos
Mis orgullos se hinchaban, mis palabras se perdían entre los nervios de mi risa
Mi vida entera desde los pies hasta el Cielo estaba estremecida, los ojos llorosos
Expresados sin límites ante la gracia estrenada de su perfecta rebeldía soñada
Todo el aire de una habitación se hacía escaso para respirar mis consumos
Allí se trocaron mis teorías educadoras, mis cálculos sociales, los números de mis reglas,
Todos los nombres posibles para jurar mis redenciones fueron invocados al llamarla
Carmen por ser lo mejor, Sofía para que fuera mi dueña, Ligia para ver a Dios en ella,
Llegó para remontar los límites de la virtud surcando sobre tormentas y miedos
Es mi talismán espiritual complacida de mis amores más sublimes, más allá de los signos
Es la dulzura secreta de la fuerza que me arrastra sobre las razones de mi existencia
Ella es mi hija fundida entre mi piel, entre mis víceras, mis ojos, mi mente y mis huesos
Es mi una indivisible de mi mismo, a través de los confines por los siglos de los siglos,



viernes, 26 de noviembre de 2010

RUFINO DE LA CRUZ NO TIENE NOMBRE

Rufino de la Cruz nació un día viernes de la tercera semana de Noviembre, sin nombre, sin noblezas, sin valores, con sangre señalada de negro.



El Sol hizo amanecer el día como lo hace todos los días, no hubo anuncios reales, los ríos, los pájaros y el viento cantaron y silvaron como siempre lo hacen en la tercera semana de Noviembre.



Tal vez sólo su angel guardián divino sabría que Rufino llegaba signado para que la bestia del olvido se lo enguyera sin atragantarse porque las lealtades no atragatan.



Las lealtades, igual que los agradecimientos, fluyen como las corrientes de sangre oxigenada, como la transparencia de las límpidas aguas  de los arruyuelos,



Corren así, como los pensamientos y los ruegos inconfesos de las buenas voluntades, por los causes de la mano derecha que no le cuenta a la izquierda.



Las lealtades son como las oraciones murmuradas por los niños antes de dormir, sólo las oye, quién sabe si Dios.



Un día y otro día Rufino buscó los caminos asfaltados de la Ciudad y conoció los nombres impronunciables de "El Jefe"



Respiraba sus orgullos rurales avanzados en afanes y luchas contra los perversos que mandaban. Una mañana 
Rufino estuvo temprano y a tiempo para completar una misión más, al lado de Minerva Mirabal.



Las campanas de la muerte sonaban y resonaban sus ecos en las voces y diálogos de las amenazas 
mas, no importaba nada, los mandatos de la conciencia ordenaron la salida de Las Muchachas.



 Rufino era sólo un amuleto de azabache para cuidar de espíritus malignos el camino largo y tortuoso 
Bordeando montañas, precipicios, lluvias y tormentas. Rufino era un ausente de filiaciones letradas.



Sin fábulas ni historias de ciudad, parece que sin madre con vientre para sufrir su muerte, sin padre, hermanos ni herederos para vengarla. 
Los garrotazos rompieron su cuello, callaron su garganta, era sólo la garganta negra de un negro sin nombre.



Rufino no tenía Dios ni sabía escribir versos, no supo de Sócrates ni de Los Olimpos ni de la guerras del mundo. 
Era como los indios sin almas, no ocupaban  a los frailes de La Conquista, sin Biblia, sin pecado original.



Rufino conocía los días lluviosos que ordenaban las cabañuelas, pero no leía La Cuántica, El Capital  ni El Principe. 
Entonces Rufino no ha merecido ser contado, mucho menos cantado, porque los fantasmas no cumplen aunque tampoco envejecen ni mueren.






Rufino se quedó sin flores, sin tumba, sin oraciones ni epitafio. No ha muerto Rufino, los fantasmas no mueren, no tienen origen, no tienen hijos, ni hermanos, ni padres, ni sobrinos, ni amigos ni camaradas.



Es sólo un espectro de las fantasías negras, una sombra invisible y congelada en el mar de los olvidos, en el mismo fondo del mar donde florecen transparentes, sin colores, las azucenas de los abismos cultivadas por ángeles sin dioses.



Donde los colores de las estrellas son imposibles, donde el Sol no irradia su calor, tal vez vuela Rufino como fauno innombrado junto a los dioses sin nombres de La Lealtad .