A. Es obvio que estas reflexiones cristianas son de muchísima más reciente factura editorial e intelectual que las atribuídas al reconocidísimo ícono de la antigüedad filosófica oriental. Así que puede asegurarse, como puede asegurarse de muchísimos otros asertos filosóficos y morales contenidos en los textos cristianos que fundan el cristianismo, que estos fueron tomados y orientados a partir de la iconografías antiguas muy anteriores al desarrollo de la doctrina cristiana. Ello, por otro lado, no los descalifica ni les resta valor moral, práctico y social en general, en favor de la organización de la sociedades humanas instaladas en nuestra historia evolutiva antropológica, pretendidamente antropocéntrica.
B. Desde el punto de vista antropologico, la necesidad de mostrar y asumir el rol de poder que nos autoriza a "dar", impone derechos potencialmente vinculados al donador, inevitables, capaces de mostrar cuan merecido es el dador de ser el conductor imitable, genéticamente, el deseado, quien garantiza la capacidad mayor para obtener y conceder. Ningún acto vital es tan satisfactorio como el de ser reconocido y valido como el elegido para ser imitado, entregado al poder, al procreador que ha de ser seguido por los demás. El protagonista es el instinto de preservación de las especies que se desarrolla en funcion de la preservación de la materia en forma de arreglo biológico, es decir la vida. Así, pues el sabor que genera el poder de dar, supera el del falso reconocimiento, por tanto, el recibir agradecimientos con vanidoso orgullo, es más señal de falsedad e inseguridad que la satisfacción generada en el auténtico dar sin esperar agradecimientos, es decir, reconocimientos.
C. Si, los agradecidos hacen bien con mostrarles reconocimientos a sus dadores a quienes pasa a reconocer de modo indirecto como padres. Sin embargo, el profundo sentimiento humano es el de la lucha por arrebatar el poder de conceder, ese poder que a Balaguer lo hizo escribir:
“Abro este paréntesis para llenarlo de odio y de gratitud. Odio a los que en plazas y corrillos me combatieron acerbadamente; odio a los poetas afeminados que envidian la virilidad de mi arte; odio al que escondió en el “bouquet de rosas de un elogio una mal disimulada flor de envidia”, odio a los consagrados que no han querido tenderle la mano al jovenzuelo imberbe que los abruma con su orgullo, y odio, finalmente a todos los Pachecos que, no atreviéndose a combatirme con la pluma, se encogieron de hombros cuando vieron al mozuelo audaz cruzar tras la apolínea caravana...
Y entre el rebaño de intelectuales imbéciles y de escritores verdaderos, gratitud solamente para aquellos que al aparecer mi claros de luna me tendieron la mano como a un hermano menor.
César Tolentino fue el primero que me saludó como a un compañero novel acogiendo en las columnas de LA INFORMACION los partos de mi fantasía; y a él es al primero y quizás el último que puedo agradecer algo, porque aún tengo el orgullo de ser, en nuestro medio árido, como una planta rara que solo necesita para vivir de la savia de su arte y del aire que respira en la atmósfera de sus sueños.
Por eso pongo entre este zarzal de odios una sola flor de gratitud. Yo aborrezco el ambiente en que me ha tocado nacer, pero aborrezco más a los intelectuales (con muy pocas excepciones) con quienes he tenido la mala suerte de codearme...”
“Mi TEBAIDA LIRICA molestará a muchos (yo gozo molestando) y algunos borricos rebuznarán (yo gozo oyendo rebuznar) en la estéril sabana de las letras...Pero yo, como el Poeta Adán Aguilar, a todos los espero para combatirlos “uno a uno como caballeros, o a todos juntos como malandrines”.
Lo mismo que revela a través de las letras de su poema en forma de soneto de retórica impecable:
Yo
Soy de hierro, la fuerza toda en mi se resume
cual todas las maldades las resume Satán
por eso no me importa si no tiene perfume
mi jardín que no escucha los quejidos de pan
Mis cantos son ruidos de furiosos leones
y quiero ser un fuerte trovador de alma macho
y no un miradorcillo forjador de ilusiones
que le teme a las burlas del populacho
Tengo todo el orgullo de mi raza indomable
por eso no ha flaqueado mi cuerpo miserable
ante aquellos que quieren que yo acalle mi voz
Soy de hierro por eso con orgullo sostengo
que la fuerza y la audacia y el valor que yo tengo
no los he ido pidiendo en el nombre de Dios.1