jueves, 22 de enero de 2015

EZEQUIELA Y EL PASTOR PABLO

Ezequiela Boz, sierva de la Iglesia en Pomarrosa fue esposada por el pastor Pablo Mohez.
Hicieron el traslado a residir a Santo Domingo en busca de crecimientos para sus ocupaciones.
El era contador y ella estudiaba en la universidad.
Al año de instalarse llegó Esther, hermana de Pablo para estudiar en la universidad.
Apartamento contiguo residía Edwin Corchez, relacionador para orquestas.
Pablo salía por las noches a ejercer su calidad de Pastor, al fomento de su congregación.
A veces Ezequiela se le unía más tarde porque completaba quehaceres domésticos antes de salir, por lo general lo hacía cuando Edwin hubiera consumado su cuota de amor con Ella y hubiera llegado Esther, así esta cooperaba con las atenciones del niño resentino de Ezequiela.
Cuando Ezequiela se enteró de que Edwin coitaba a Esther, lo hizo saber a Pablo y él la despidió de su hogar.
Vino para la universidad, Miriam, hermana de Ezequiela, quiso quedarse sola con Edwin, evitaba cederle tiempo para encuentros a su hermana, para ello, cuando Ezequiela iba a atender la iglesia, venía Pablo a cenar a la casa y se complacía con Miriam, pero Ezequiela hizo que se fuera Miriam a vivir junto a
Esther.
Edwin alternaba con Esther y Miriam. Pablo iba a visitar a Esther cuando Miriam estaba sola.
El ingeniero Ringo, ex-seminarista, cultivador de piedad es profesor de Ingeniería Financiera de Esther, financia el apartamento que ellas ocupan y Miriam le ordena los papeles y complacencias de oficina.
El Ingeniero está invirtiendo en la construcción del nuevo templo para la congregación del Pastor Pablo.

lunes, 5 de enero de 2015

LAS PANTALETAS DE PÁNFILA

Pánfila, una mulata de cuerpo, vestía vistosa falda, ajustada a lo moderno, colaboradora habitual para los aprestos propios de las atenciones a los visitantes y dolientes desde los respiros finales de un falleciente hasta la última taza de café servida luego de la Hora-Santa al cierre de los Nueve Días. Fué gritadora de rumios y jimiqueos varios pasos antes de ingresar a la puerta del velatorio y gritos de ataque mayor al momento de cruzar la puerta. Caía en violentas pataletas que precisaban de varios hombres bien comidos para dominar su equilibrio. A media hora de la muerte de la muy respetada Doña Rosa Benito, altamente sentida en el pueblo por todo el mundo, Pánfila revoloteó por toda la sala hasta quedar en trance y despatillada con la falda a menos de media pierna. El rezador ordenó con poder que estuviera tranquila mientras la santiguaba al oído con rezos entonados muy bajo. Suavemente le recompuso la posición de brazos, piernas y falda. Tras la retirada solemne del rezador al frente del altar, Pánfila se icorporó y se dirigió al segundo aposento. Pasados unos minutos regresó peinada y recogida. Muy entrada la noche, en el patio, los familiares y allegados correspondíamos el rito de los cuentos de los mortuorios de pueblo. El rezador seguía cumpliendo la moderación del acompañamiento con las habituales exageraciones, embustes y fantasías espirituales validadas para mitigar el sueño y la fatiga, porque jamás ha de dejarse amanecer solo al muerto. Cuando ya el grupo del patio se redujo a un yerno del rezador, dos monaguillos, -entre ellos, un hijo del rezador-, le recordamos que ya envejecía y era de justicia que nos confiara su ensalmo tan eficaz. Nos hizo jurar por todos los santos que no violaríamos el misterio. Nos contó las palabras santas pronunciadas esa tarde: "Cierra las patas que se te rompieron las pantaletas y se te ve hasta la madre..".

domingo, 4 de enero de 2015

DEL GALLO PADROTE DE PEDRITO MOYA

Pedrito Moya nunca fue hombre de echar dientes al aire. Era un veterano con revólver quien vivia refugiado en su casa al cuidado de gran familia y de su negocio familiar. También beneficiaba la crianza de gallos de pelea. Otro beneficio de mala ley, pero de acendrada tradición de tránsito urbano, era el que aprovechaban los señoritos como final de sus farras al cierre de sus noches de bares, consistía en disponer a subrepción y sin propiedad de un ave de corral sustraída del patio de cualquier vecino. Mientras Pedrito despachaba par de mozos que le rogaron para que atendiera sus urgencias y a deshora, de su colmado les sirviera  avituallamientos suficientes para un un buen locrio, un segundo comando formado por dos de los más aguerridos entre el grupo, completaba la operación de secuestro de una ave que resultó ser el padrote de la crianza. Todo fue consumado en el parquesito  ubicado a media cuadra del colmado de Pedrito. No hubo que averiguar demasiado, con la plumas y cabeza abandonada en el lugar de los hechos, Pedrito acudió a querellarse ante Ley contra los bien conocidos muchachos que le hicieron la compra a casi media noche, hijos, por cierto, de tres de los más prestantes señores de la comunidad urbana y hasta comprometidos con la administración municipal. Fue instrumentado jucialmente como se instrumentan los expedientes judiciales en los Juzgados de Paz de los pueblos. La Juez dictó su sentencia tras breves minutos de consideraciones y testimonios: "Quedan descargados de cualquier responsabilidad civil o penal en torno a la querella interpuesta por el Señor Pedrito Moya contra los inculpados......". A la misma vez, la Juez dispuso que los justiciados pasaran a su despacho a reunión privada, donde los recriminó asi:   "......Tengan estos 10 pesos para que le manden a pagar su gallo a Pedrito y que sea la última vez que ustedes vuelvan a meterse en su patio a robarle sus gallos....".

sábado, 3 de enero de 2015

DOLORES Y EL MONAGUILLO

Dolores se pintaba más que las cejas, hasta un lunar. Vivía sola en una pieza de tablas de palmas, piso de tierra, cobijada de yaguas y cuarto único de las levantadas al borde de patio  de Eulalia, quien las alquilaba. Los Sàbados, cuando el Padre Patricio les santiguaba las manos con alguna moneda del reacaudo del Santo Rosario, los monaguillos que ya emplumaban, visitaban  por turnos a  Dolores. Una noche de Sàbado, Carlitos, mi medio yo en el entorno para todo lo que fuera, desde que el sol abría el día, quien vivía a medio patio de la cuartería, me alertó de que ya los muchachos estaban llegando y acordamos explorar lo que allí ocurría. Estuvimos tras el seto cuando Dolores apagó la lamparita humeadora y ante la oscuridad total reprochaba al imberbe de turno sus torpezas de imprecisión con vocablos que esta escritura no aguantaría sin hacerse un desastre,  Carlitos practicaba una risa descontrolada que estalló y debimos huir a todo dar cuando oímos el reclamo con rescato y pudor de un monaguillo:  "no digas tantas malapalabras y ponte bien". 

viernes, 2 de enero de 2015

LIQUITO Y YO


A la mañana temprana el talabartero Liquito exhibía su pecho velloso y vientre de cuadros, sus brazos y manos eran puros cables de acero, entrelazados y tensos durante todo el claro día a fuerza de café retinto y tabaco, Su lucha instrumental se apoyaba en un compás de acero negro templado, con dos puntas, lezna, chaveta, piedra de amolar y correa de afilamiento, máquina de coser suela, caballete, agujas de mano y media luna. Construir una silla de montar completa, es una tarea para hombres dotados con carácter y voluntades de doble calibre. Liquito exedía, -lo juro por todos los santos del altar de mi madre-, esas prestaciones exigidas. Ninguno de los instrumentos del taller del talabartero exhiben inocencia alguna, todos son considerados peligrosos, para uso restringido a profesionales. Me obsesionaba tocarlos. Yo vivía en la casa de al lado de Liquito y Juana, ellos y sus cuatro hijos, templado cada uno al ritmo del trabajo de su padre, me trataban como hijo menor de la casa, bastante consentido tanto por los muchachos como por sus padres, sin embargo, el área del taller me fue vedada absolutamente, con fuerza de religión. Liquito pretendió siempre reivindicarse ante mi regalándome carreteles de madera en los que llegaba enrollado el hilo de coser suela, muy propios para rodar carritos pero Liquito no sabe que todavía me duele no haberme permitido correr los peligros de jugar con la lezna, la chaveta, la media luna, el compás de acero y las agujas grandes.