La Guerra es la Guerra. La finalidad de la guerra es superar al otro, imponerse por encima del otro, vencer los escollos que pudieran oponerse como obices al alcance máximo de la divinización para lo cual se valdrá cualquier medida que sirva de accesorio para superar los peldaños que indican la ruta de la divinización, considerados como imaginarios, espirituales y, naturalmente, toda materialidad puesta al alcance de la imaginación. La guerra es La Guerra. Los obstáculos que se oponen contra alcanzar la esa idealización, esa divinización son todo el resto del Universo. Todas la medidas que medidas que valgan para superar el resto del Universo, constituyen valores que deberán ser escalados, superados. La inteligencia geopolítica diseñada para superar ese citado objeto de superación universal, no puede tener más límites que el de la inimaginables fronteras del infinito divinal. Al amparo de estas indiscutible premisas terrenales, ningún razonamiento que se le oponga merece nisiquiera ser tomado en cuenta. El unilateralismo ideal del pensamiento imaginado desde el diseño del capitalismo, la superación infinita constituye una obligación ideológica perentoria, insoslayable, irreemplable. Consecuentemente, nadie que busque razón menos exigente, no se puede considerar ajustado a los planes de superación imaginados desde el idealismo capitalista. La Guerra es la Guerra. Peldaño a peldaño, unos tras otros hemos de derribarlos, siguiendo la ruta de la inteligenci que ha de ir contra todos, contra todo. Reiterándose siempre, la necesidad de ir despejando de obstáculos toda la ruta, sin más medida que la necesidad de superarlo todo, a todos.