No me rinden suficiente las palabras para contar el dolor de esta herida
Me duelen el pensamiento, el alma y la carne misma del pecho y los ojos
Al mirar el regio poder de la muerte en sus mejillas, párpados y palidez
Se me rompe la garganta y congelan las comisuras de los labios en tremor
Un amigo tan fuerte para ser imitado y seguido con amor y firmeza vivos
Nunca alcanzaré a pagar las deudas que me obligan los reconocimientos
De sus entregas solidarias con el valor inmenso de sus noblezas sin par
Adeudo mi admiración infinita a la paz inspiradoras de sus limpias palabras
Su envidiable y aplaudido deportivismo material, inmaterial y humano
Conmovedora voz entonada por su masculinas facciones para ser padre
Hijo de sus padres, hermano para sus hermanos como ídolo incomparable
En su entorno expandido de tías, primos, sobrinos con nombres y marcas
La imagen y el nombre de Antón Mejía nos muerde y estremece tanto
Como lo hacían sus manos grandes, sus cejas y porte monumentales
Aureolado de personalidad tan fuerte para ser extrañamente inofensivo
Extraño enigma solo imaginable en supremas las elevaciones divinas
Esta deuda que me aun me empuja igual que siempre a emular su ángel
Se que nunca llegaré a pagarla, solo me resta el sabor de venerar su imagen
Celebrar sus recuerdos, nuestra cercanía tan estrecha y respetar su memoria.
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