Cualquier segundo alcalde pedáneo convocado por La Ley en función de ministerial público para averiguar sobre la autoría de algún acto criminal de autor desconocido, conoce el principio elemental que lleva a iniciar sus indagatorias tratando de conocer quien pudo beneficiarse o complacerse como consecuencia del hecho acontecido. Sin dudas, como consecuencia de los hechos evidentemente culposos que trastornaron la determinación popular llamada a selecionar para todo el territorio nacional sus autoridades municipales, determinar con fineza y firmeza científica, quien habría de ser el beneficiario de los hechos que provocaron la muerte criminal del proceso electoral dominicano, no es una tareíta de muchachos escolares. Sin embargo. por necios, mal escolarizados e impertinentes que hayan lucido los investigadores locales, al fin no parece que serían tan y tan desprevenidos para ejecutar un crimen y cargar con el muerto hacia el patio de la propia casa de otro supuesto matador al que buscan cargarle la culpabilidad del hecho cumplido, dejando, por demás todos los rastros de la sangre derramada desde el lugar real en el que se habría llevado a cabo la ejecución criminal. Yo pienso que son brutos, torpes y malhablados pero no tan tontos como para equivocarse en todo. Prefiero creer que son capaces de comer hasta sanguijuelas crudas pero nunca intentarían herirse para alimentarse de su propia sangre. Sinceramente, prefiero esperar la autopsia mínima que hará de hacer el encargado rural de sanidad y el segundo alcalde, por lo menos.
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