En ruedas de fierro brota el orin de historias talladas en el alma de mis días adolescentes
Martillo y metal profundos, granalla en estallido al discurrir de la conciencia
Resuenan ecos profundos del origen, sus mil siglos inscritos son himnos del Universo
Maestros, caminos y futuros, pares relevantes, rutas dibujadas a pinceladas de Cosmos.
Puesto del lugar, escenario de mis recuerdos, diagramas de tatuaje en imágenes del día y la noche
Una más, novela escrita con sangre de Ana, piel pardo-claro, destrenzada, iris de transparencia marina
Delineaba su rostro el contraste de su génesis canaria, aceituna contra algarrobo de estos bohíos.
Frutilla en crecimiento, tan nueva como brote del naranjo sin color de madurez ni espera de amanecer.
Salvación alada por trato libre de entre las serranías rurales do duerme su letargo la línea de frontera
Poesía en versos hilados, panal de oro desde el resongo y la comedia al vicio del impudor.
La Blanca llegó núbil al paraje abrazada de un criollo, guardia armado y mondo en crudos vivaques
Olor y corazón de ternera de mamadas, quiebra la voz en sustos y miedos a brujos y muertos
Inocencia sin artificios, cruzó el largo de la media isla desde La Línea hasta el caserío de Los Mulos
Resto rural, calle única sin nombre, acampado de transeúntes, recuas de mulos, parada y descanso
Bucolismo escénico fijo en nublazones, gritos de ciguas palmeras y monterías sin haciendas
Temporales de lluvias tormentosas, brisadas de ciclones, bendiciones y embrujos de mal de ojos
Se dilataron los tiempos más allá de lo corriente, lo indefenso de la presa inducía piedad de varón
Cuatro años bordados en riberas de pomos, cajuiles y mangos, lluvias y arroyos, mocosos y gritos
Eternos verdes alegres como los ruiseñores del patio, petirrojos, carpinteros y otros escándalos
Cuatro verbos en nombre de Dios sirvió su vientre antes del traslado de su aparejo
Tiempo ya de fechas vencidas, de años sin malasuertes ni ciclones, era ley un parte de tormento
El día franco, el cabo vistió planchado, salió a servir a largo allende sin tiempo de vuelta a vista
Tiempo ya de fechas vencidas, de años sin malasuertes ni ciclones, era ley un parte de tormento
El día franco, el cabo vistió planchado, salió a servir a largo allende sin tiempo de vuelta a vista
Rutina de la sin piedad castrense, retorcijón de truculencia, lisia social de poemas y romanzas
Pendieron testimonios de cuentas sin arreglos, el carretón de víveres, el casero y la partera
Semanas y meses se agolparon contra las esquinas anudadas entre miserias y el dolor de lo incierto
Lloros resueltos en sueños de espejos desconocidos, el padrejón les mordía la barriga a los infantes
Ana
Era meladura lo tierno de su rostro pálido contra el destilado carmesí de su boca y ojos negros
Cejas de bosque tupido hacían el cerco puro de su candidez burlada a distancia de los astros
Puesta de la tarde, ito de oración del ángelus a
Trucáronse los instintos, nubes de sueños, arte de aventuras, cuentos marineros y guerras
A veces las apuestas traen trofeos a vueltas de azar, por ciclos de voluntad divina, van y vuelven
Verdad vertida en cuentas de rosarios y misterios, cruces de dolor, del hombre, sus culpas y redenciones
Carne en hervidero de sangre, precocidad que alienta los vahos ante los espíritus de la pasión
Cruces de pensamiento aligerado por vientos del hambre y azote temporal de fertilidad de flores
Sin tiempo para pensarlo, fue carne en garabato propuesta al asalto de felones, guaraguaos y santeros
Los olores de su flor subían los humores y tormentos de perros viejos, licor de Dios para cachorros
Arribó primero el vaho a sudor del nuevo conscripto de relevo para el oficio vacante en el cuartel
Acarreó con reverencia el baldón diligente del telegrama, el parte obligado rindió sobre fallecido
Amargura, tristeza y desesperanza inundaron la mirada hasta el mar del desaliento y el ahogo
La Tragedia despedazada en temblores de jirimiqueos y llantos tartamudos dibujaban la escena
Mezcla de mocos dulces y sal de lágrimas bastó para la cena y la espera de esa noche inagotable
Invocó el recluta al Dios del honor, brazos y pecho soliviaron el cuerpo vencido en pálido vahído
La tarde ya abatida sombreó la pieza enchumbada de goteras, cierre del drama en sobrio estuco
De trazos masillados en rojo recogido en las botas desde el terrazón mojado de la callejuela
Honorable cortesano vino a ser, el gendarmen ejerció de noble guardián de sobrevida de la ópera prima
La confusión conmovió los sentidos ante la truculencia de la tragedia: dolor, piedad, ternura y miseria
Sobrevivieron esa noche la fe sobre lo incierto, la esperanza y caridad cristianas de los rezos rotos
Asalto de llantos y sudores, primitivos instintos nocturnos de cabro montañés.pusieron los acentos
Ulularon los búhos, graznaron madrugadores los patos, amaneció temprano el sol de guardia
Al primer canto del día pasó de mano en mano un sorbo de harina en aguada de guarapo caliente
Frente a una mueca de confianza resignada testaron por lavandería, techo, cocinado y confianza
Conyugados en convención de empate a la mejor apuesta de donde todo resultado es ventaja ganadora
Las semanas ensancharon lo sublime de las caderas y el brillo perla-cromado de las mejillas de Ana
Los fragmentos de oraciones aprendidos no fueron tantos pero los recitaba a devoción convencida
La esperanza aun dormía, los recuerdos en sueños ansiaban su descalza niñez reciente
El imaginado regazo tibio de su madre todavía la apecha si un ruido de dolor o miedo le grita.
A toque de imagen sus manos hilarían la extensión de nubes y plumones revertidos en guijarros
Otro Cosmos tan denso, hecho de verdades asidas a los pies de El Creador, Dios y Buen Señor
La Blanca aprendió la doble pasada del plátano frito y otros gustos de los guardias del puesto
Todos convinieron en descansar tardes de dominó y barajas tiradas sobre la tabla para cuatro sillas
Más de treinta semanas habían transcurrido desde los tormentos acarreados por un telegrama
A veces, correos y telegramas arrastran sales metálicas como avalancha de ríos de montañas
Esta vez la noticia contada por otro telegrama dijo del nuevo traslado, se repusieron los tablados
Del teatro, desesperación, nuevo dolor, nuevas noches de insomnios salobres, se abría el cortinón
En el escenario una maternidad incompleta, a semanas el evento trajo la quinta cría por alimentar
Siete veranos apenas contaban las tormentas de la niña mayor, así fue enfermera y cuida niños
Cocinera, limpiadora y lavandera del servicio inaplazable de arreglar los uniformes de otros guardias
Cuento de novela servida por fantasías sería la completa narración de los nueve maridos de La Ana
Mujer hinchada de fe nunca truncada, confesaba la esperanza de fijar moral en su reino y territorio
Once príncipes pudo servir al completar su monarquía, ya sus manos y caderas iban en descuadre
Gordos, azules y amarillos, cabos jefe de puestos, reclutas analfabetos y maestros aquijotados
Ana La Blanca no deshiló su rueca del tiempo en misas de domingo, entierros santos ni carnavales
Jamás supo del latín de Tedeum oficiales ni misas y discursos nacionales, paría niños y los criaba
Treinta y dos años contaban sus días al jurar por todos los santos que al fin sería feliz y fiel a Dios
Hizo jura de soledad en cuido y defensa de su crianza de niñas concedidas en oración a La Virgen
Pies celebrados de santa suerte, mujer hembra, despierta voz en dulce canto de niña campesina,
Caderas fermentadas de amor en cada primavera, fertilidad recurrida de polen viajero, de estación
Su promesa jurada era de peso, mas, los pares de fuerzas del bien y el mal se baten por sorpresas
Sin horas anunciadas aparecían sin pases de reservas, magos, salvadores arrepentidos, teleros...
Llegó hambriento y desconocido un confeso panadero buscando posada de alivio a su cansancio
Halló resguardo provisorio en un cuarto de pago hábil en la fonda, sólo habló lo preciso y necesario
Traía zapatos lustrados, traje negro y sombrero en arreglo de ministro del cristianismo episcopal
Búho de arreglados modos, la mesa alistada para comensal imprevisto, único, de gestos arrutinados
Guardias y furufas, cotidianía de la fonda, descansaban los haraganes de colores, de vuelta a sus pasadas.
Durante minutos quedó en silencio el rezo, la nubes del sueño inundaron la escasés de palabras
La Blanca revisó y bendijo once baños de pollitos sudados, los aprestó en su refugio sin desperdicios
Raros por novedosos los rezos de El Maestro, rescatados pero audibles, mansos, devotos y prevenidos
Bendijo su desayuno y mostró la cortesía a las maneras de cortesano inglés parejo con su nombre
Charles Regal distanciaba sus gestos y acentos de los reconocidos braceros de bateyes cañeros
Contratarlo como maestro de la panadería reabierta ante su propuesta goteó solo como ley pueblo
Era viudo con hijos adultos recibidos de letras en las escuelas episcopales del Macorís Oriental
Fue arreglo de vida convertido en sociedad su obligado consenso en El Espíritu con Ana La Blanca
Todos los días se habrían con una breve arenga encajada al justo del alma de cada hijo regalado
La Blanca traslucía sus nublados de letras a costas de su maestro, lo mejor diligente en su saber
Maestro de todo saber casi santo, candil de once llamas bajadas en alas de su dicha iluminada
Enderezó pareja su vara, uno por uno, al calor de fragua inglesa, milagro místico bienhechor
Siempre le alcanzaron sus lecciones memoriadas en inglés isleño para regalar enderezada respuesta
Ana La Blanca vivió santiguada contra signos ominosos y males de salud, jamás volvió a La Linea
Los fulgores del Sol de El Maestro radiaron sus luces hasta los astros refundidos en su imagen
Matrona de medio siglo, ascendieron entre lenguajes de esfuerzos cansados a ser los cerros de hoy
Los nietos de Ana La Blanca fueron medio pueblo, juez, alcalde, maestro, pastor, jefe de puesto,
El cura, el administrador de hacienda, el orador municipal, los panaderos, las novias y novios
Son los descensos de andanzas, mezcladuras en arcoiris de amores diseminados entre traslados
Ciegos a voluntad de una leoparda de tatuajes curados con sangre y lágrimas derretidas al sol
Las letras de su nombre siguen enroscadas en códigos de oficio, huellas de sus dedos pulgares
Hijos de folios bajo palabra en la descendencia del maestro panadero, son iglesias y escuelas
Las noches, los días y las luces del cielo rezan el nombre de Ana La Blanca, la reina vivió siglo cumplido
Las novenas cantan ya en once hermitas el milagro de Ana La Blanca, La Liniera de Charles.
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