lunes, 3 de febrero de 2014

CARLITOS

Carlitos había nacido tan cerca de mi hogar que sus gritos despertaban las mañanas, decía mi madre 

Hasta pudieron sus gritos despertar el vientre mismo de mi misma madre para asistir ante sus llamados

Algunas semanas más tarde asistí al mundo solícito a sus gritos, era necesario ya, nos esperaban los días

Las mañanas tempranas cargadas de neblinas y rocíos de diamantes amenizados por cada nuevo sol

Nuestros predios nos precisaban, llegamos justo a tiempo para reinar en pareja sobre nuestros montes

Paridos de carolinas, cajuiles, limoncillos, caimitos, mamones, guanábanas, tamarindos y anacagüitas

Crecimos entre cafetales cultivados como las siempre verdes  bendiciones del cielo tropical de Dios

Caminábamos descalzos al antojo de nuestras voluntades con cadillos verdes y secos  entre los cabellos 

Atrapando mariposas y lagartíjaros, saboreamos moras maduras contra el celo alarmado de las ciguas

Desde antes de nacer conocíamos ya el arrollo cargado de ballitas donde reinaban las jaibas de cuevas

Nos arrullaba los sonidos discretos de sus aguas limpias en las que nos enjugamos cada mañana y tarde

En nuestros pies crecía el blanco del barro prestado de las orillas, siempre marcado de huellas profundas

Así nos descubría el mediodía entre mordiscos a guayabas, caimitos, naranjas y bayas de cundiamor rojo

Las avispas y hormigas jibijoas nos hurticaban más que las pringamosas y hojas de yautías matapuercos

Nos valímos de la flexible virtud de los ramos del mamón que sustentaban nuestros colgados de monos

La fragilidad de los ramos del cajuil, el poder absoluto de las ramas del guayabo y del elástico higüero

Aprendimos a defendernos de las espinas del naranjo, de las rugosidades de los troncos del candongo

Vadeamos entre piruetas los decentrados codos del guanábano oloroso y odiosos ramos traicioneros

Carlitos y yo competíamos por los alcances de los caños de orines para medir las marcas de hombres

El tamaño de los cañones expuestos al  termplado al fuego y martillo de músculo y propias muñecas

Nos llegó la vergüenza de Adán cuando aun las carolinas florecían y nos comparamos con sus capullos

Ya perdía partidos cuando sus servicios de limpiabotas rindieron más los brillos exigidos por los policías

Mi par de patrullas, arroyos y calzadas, conoció de oficio el manejo de cueros de calzado con su padre

Maestros rurales, clientes fangosos, baratos y conformes, los policías pagaban pero exigían brillo demás

Pérez, Domingo y Linares sufrían paranoia por el brillo, Carlitos ganó su preferencia contra Dumbo y yo

Ya asomaban los humores tóxicos desde todo el cuerpo de la pubertad abierta a los aires del misterio

Carlitos marcó la distancia, una novia, un empleo, una familia, un compromiso, una distancia marcada

Quedaron aisladas nuestras sesiones de azúcar parda compartida, -una tu, una yo-, las competencias

Las peleas interminables, las lidias de pollos sin espuelas, los aguaceros, las subidas del arroyo inundado

Una noche de esta red social cibernética, Iris inundó mis ojos con una respuesta, Carlitos partió muy lejos.



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