Carlitos había nacido tan cerca de mi hogar que sus gritos despertaban las mañanas, decía mi madre
Hasta pudieron sus gritos despertar el vientre mismo de mi misma madre para asistir ante sus llamados
Algunas semanas más tarde asistí al mundo solícito a sus gritos, era necesario ya, nos esperaban los días
Las mañanas tempranas cargadas de neblinas y rocíos de diamantes amenizados por cada nuevo sol
Nuestros predios nos precisaban, llegamos justo a tiempo para reinar en pareja sobre nuestros montes
Paridos de carolinas, cajuiles, limoncillos, caimitos, mamones, guanábanas, tamarindos y anacagüitas
Crecimos entre cafetales cultivados como las siempre verdes bendiciones del cielo tropical de Dios
Caminábamos descalzos al antojo de nuestras voluntades con cadillos verdes y secos entre los cabellos
Atrapando mariposas y lagartíjaros, saboreamos moras maduras contra el celo alarmado de las ciguas
Desde antes de nacer conocíamos ya el arrollo cargado de ballitas donde reinaban las jaibas de cuevas
Nos arrullaba los sonidos discretos de sus aguas limpias en las que nos enjugamos cada mañana y tarde
En nuestros pies crecía el blanco del barro prestado de las orillas, siempre marcado de huellas profundas
Así nos descubría el mediodía entre mordiscos a guayabas, caimitos, naranjas y bayas de cundiamor rojo
Las avispas y hormigas jibijoas nos hurticaban más que las pringamosas y hojas de yautías matapuercos
Nos valímos de la flexible virtud de los ramos del mamón que sustentaban nuestros colgados de monos
La fragilidad de los ramos del cajuil, el poder absoluto de las ramas del guayabo y del elástico higüero
Aprendimos a defendernos de las espinas del naranjo, de las rugosidades de los troncos del candongo
Vadeamos entre piruetas los decentrados codos del guanábano oloroso y odiosos ramos traicioneros
Carlitos y yo competíamos por los alcances de los caños de orines para medir las marcas de hombres
El tamaño de los cañones expuestos al termplado al fuego y martillo de músculo y propias muñecas
Nos llegó la vergüenza de Adán cuando aun las carolinas florecían y nos comparamos con sus capullos
Ya perdía partidos cuando sus servicios de limpiabotas rindieron más los brillos exigidos por los policías
Mi par de patrullas, arroyos y calzadas, conoció de oficio el manejo de cueros de calzado con su padre
Maestros rurales, clientes fangosos, baratos y conformes, los policías pagaban pero exigían brillo demás
Pérez, Domingo y Linares sufrían paranoia por el brillo, Carlitos ganó su preferencia contra Dumbo y yo
Ya asomaban los humores tóxicos desde todo el cuerpo de la pubertad abierta a los aires del misterio
Carlitos marcó la distancia, una novia, un empleo, una familia, un compromiso, una distancia marcada
Quedaron aisladas nuestras sesiones de azúcar parda compartida, -una tu, una yo-, las competencias
Las peleas interminables, las lidias de pollos sin espuelas, los aguaceros, las subidas del arroyo inundado
Una noche de esta red social cibernética, Iris inundó mis ojos con una respuesta, Carlitos partió muy lejos.
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