Corrían los días como corren siempre los días, para una madre y su oruguita única. Socias apostadoras a parecerse una a la otra cada vez más hasta llegada la pubertad y la adolescencia cuando ya lucían gemelas y una sociedad de casi siamesas. Sin embargo, dispusieron los astros el orden natural de las mariposas. Tras la oruguita haber traspasado el ovillo de crisálida, sus alas se expandieron al paso de las brisas que la llevaron sobre las tibiezas del océano inmenso hasta las antípodas del universo siguiendo los trazados universales de las reinas conquistadas. Solo volverá después del invierno y su madre la esperará.
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