lunes, 23 de agosto de 2021

VERDADES ANTROPOGÉNICAS

 Cierto. Ciertísimo es que los procesos biológicos que compartimos, de los que somos composición material en esta cosmogonía universal, según nuestra interpretación comunicacional, cognocitiva, siguen el curso de una evolución permanentemente activa, con tendencias aparentes ante nuestros sentidos como obedientes al principio termodinámico natural, que nos vincula de forma ineludible al divinismo de la que los estudiosos de las propiedades de la materia dan en signar como Segunda Ley de la Termodinámica o Ley de Irreversibilidad Universal. 

Esta dispone el criterio cosmológico, universal, pretendido como absolutez material, de que ese definido ente natural, se define en un único sentido, ilimitado e irreversible, por cuanto, el crecimiento de la variable determinada como Cambio Entropía, es, desde la aceptación del paradigma científico, hasta hoy aceptado, como "positivo", es decir, siempre creciente, o, claramente, siempre en un único sentido. 

Ahora, bien, el hecho mismo de aceptar como válido, la existencialidad, la esencialidad de un principio, así, Universal, implica la aceptación o reconocimiento de un dominio, una autorización determinada la que la inteligencia humana, prtende como meta infinita, sin embargo, inalcanzable, inagotable, en función de cuyos acercamientos pretendería justificar su existencia misma como entidad material sublimadas hasta su entronización a otras cosmogonías no materiales.

 Esas aspiraciones dios-dadas (o dadas por Dios), han de considerarse, pensarse, complacer las que serían las más lógicas aspiraciones de la existencia material de los hombres y hasta de las demás formas materiales de la cosmología natural y espiritual. La inteligencia humana no alcanza a vivir sin dioses, porque Dios define su meta infinita.

En ese caso, como justo vale asimilarse en forma casi matemática, lógica, humana, bien podermos apostar que la versión filosófica de Friedric Nietzsche : "Dios ha muerto", bien merece ser descartada ante la evidencia irrefutable de que todas las formas de la materia viviente, tienden a alcanzar estadios de perfeccionamientos irreversibles, es decir, inclinados hacia la ontología del ser divinizado, es decir, la búsqueda constatante de ese pretendido perfeccionismo infinito, donde su propuesta procura llegar, donde solo está Dios, donde todos los hombres pretenden estar.   

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