Esta madrugada escribo versos para Laurita salpicados de lágrimas
La cerviz doblada bajo el peso de mis culpas traídas desde lejos sin razones
Desde los tiempos de tu primer mirada, tu primer grito, tu primer jadeo
De los recuerdos perdidos, de tu primera palabra, de tu primera mojada
Faltan en mis recuerdos un primer paso, una desnudez inocente, un apuro
Me sobran sin embargo los tormentos y laceraciones de esas ausencias,
Me sobra el hechizo del amor sellado en un beso que se derrama en lo perfecto
Tu dulce timidez, lo cándido de tus ojos redondos, lo tierno de tus dedos
El silbo sin tonos de tus palabras inauguradas entre la boca casi cerrada,
A la media mañana, un encuentro de cálculos y acuerdos sin mismo saberlo tú
Me valió un beso como los mil de toda una vida, fusión al calor de las mejillas
Mi piel curtida de vadear soles y tormentas tras largo fajinar las madrugadas
Picaría los nervios la confusión en tu carita negra resuelta en limbo y sorpresa
Resplandor de la niñez, brotaron tus propias palabras, preguntaste mi nombre
Se inundaron mis pestañas, desahogué mis instintos en abrazos nerviosos
Rugían el amor y lo sublime en armonía coral, al ritmo en galope de mis latidos
La solemnidad de mis excusas se diluía entre las dulzuras de su confianza, así,
La hora y la sin-piedad de lo tarde, más abrazos y besos, otro adiós, más dolor.
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