jueves, 12 de marzo de 2020

MI TEMOR A LAS AVALANCHAS

La fascinación premiada que generan los debates sencillos, entre amigos de pensamientos y posicionamientos ideológicos contrapuestos, generan chorros de adrenalinas y otros arreglos moleculares igualmente exitantes. Sin embargo es harto conocida la sustentación del placer fundado en las promesas de salvación propias de la fe cristiana. Me formé, creo que desde el vientre de mi madre, en esa capacidad de luchar y esperar desde abajo, quizás por ello no he podido celebrar con ninguna pasión bien acogida, ni siquiera el triunfo del PRD cuando fue negociada la salida de Balaguer en el 78, pues sentí que los negociadores supuestamente trinfadores habían hipotecado el poder. Cuento con algunos amigos que hoy albergan la esperanza de desahogar unos buenos años de frustraciones, quienes, lo mismo que yo parecen haberse gozado sus triunfos pospuestos dese el el 2004. Me encanta conocer esa actitud de resistencia cristiana. Existen otros que se ufanan de ser trinfadores electorales netos, que nunca han perdido una contienda electoral y así celebran su inteligente capacidad estratégica. Saben esperar en las bases con ojo de buenos corredores. Siempre triunfan. La verdad es que el próximo torneo, no quisiera arriesgarme a ganar: "...el sacrificio terrenal purifica el alma....", eso lo conocemos muy bien los seguidores que admiramos el Santo Sacrificio de la Pasión y Muerte del Divino Rabí de Galilea. Nuestro triunfo será espiritual, por ello evito engancharme en cualquier carreta llena de ramos de palmas como los que exibieron los mismos judíos que luego pidieron la absolución de Barrabás. Estoy casi convencido de que me siento mucho más cómodo navegando contra la corriente, subiendo con la Cruz a cuesta hasta el calvario, obediente al pedido de "...tome su cruz y sígame...", para dejar pasar las multitudes. La verdad es que me atemorizan las avalanchas que todo lo arrastran.

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