Cualquier estudiante de educación media, lo mismo que cualquier colmadero rural, alcanza a comprender sin mayor dificultad, que para los fines de financiamiento a cualquier sistema de producción comercialmente rentable, el espacio que ocupan las mercancias, implican de por si un costo que es preciso solventar con el movimiento económicamente ganancioso de la mercadería. Si la mercadería es de vida corta como las cerveza, la leche pasteurizada o el pollo caliente, es preferible regalarla a tiempo, que retenerla.
Hoy, los componentes digitales dejan de ser útiles a plazos muy cortos. Las maquinarias superadas por la tecnología cada vez más moderna, no valen más que como chatarrería de fundición si ya no pueden rentar en competencia con sus sustitutas.
Así sin dudas, miran y calculan los fantásticos ordenadores refinadísimos que fijan costos, valor y precios de piezass fundamentales al planificar la economía global, incluido en estos cálculos, los recursos humanos. El envejecimiento físico arrastra la obsolescencia en la capacidad productiva del recurso humano productivo, de modo que a naiden se le ha de hacer extraño que los cálculos de esos ordenadores determinen que los costos de mantenimiento con respecto a la sobrevida de los ancianos resulte incompatible con el rendimiento de la producción capitalista.
Nada ha de sorprender que los informes téctnico-informáticos ofrecidos por el Fondo Monetario Internacional, en boca de su genial conductora, Christine Lagarde, haya dejado más o menos claro que el envejecimiento es un riesgo financiero que no puede ser soslayado. Las deformaciones humorísticas, medíáticas con las que se han cargado las palabras de la Señora Lagarde, fuera de las pesadeces populares, no dejan de revelar la verdad monda y lironda: el sistema capitalista busca reducir lo que ya se estima como un costo muy oneroso el que pesa sobre los gastos de "mantenimiento" de máquinas obsolescentes, que no aportan más números que los propios de las columnas contables dedicadas a los pasivos.
No me voy a referir a las maldicientes sugerencias de los extremófilos opinautas que advierten con sospechas sobre la proliferación moderna de virus modificados por los Ingenieros Biogenéticos (Creo que no habría Ing. Químicos involucrados en esos macabros juegos, si los hubiera y llego a saberlo, entrego mis papeles). Pero la verdad es que entre las medidas de choque que pudieran hacerse valer para reducir las tasas de crecimiento capaces de provocar un frenazo mundial como el que lograron los chinos desde hace unos cincuenta años, las pandemias mundiales juegan su papel, muy macabro, pensaría yo, pero funcional. (Hablar de esto, así, por escrito, me luce algo feo......quizás lo elimine).
Hoy, los componentes digitales dejan de ser útiles a plazos muy cortos. Las maquinarias superadas por la tecnología cada vez más moderna, no valen más que como chatarrería de fundición si ya no pueden rentar en competencia con sus sustitutas.
Así sin dudas, miran y calculan los fantásticos ordenadores refinadísimos que fijan costos, valor y precios de piezass fundamentales al planificar la economía global, incluido en estos cálculos, los recursos humanos. El envejecimiento físico arrastra la obsolescencia en la capacidad productiva del recurso humano productivo, de modo que a naiden se le ha de hacer extraño que los cálculos de esos ordenadores determinen que los costos de mantenimiento con respecto a la sobrevida de los ancianos resulte incompatible con el rendimiento de la producción capitalista.
Nada ha de sorprender que los informes téctnico-informáticos ofrecidos por el Fondo Monetario Internacional, en boca de su genial conductora, Christine Lagarde, haya dejado más o menos claro que el envejecimiento es un riesgo financiero que no puede ser soslayado. Las deformaciones humorísticas, medíáticas con las que se han cargado las palabras de la Señora Lagarde, fuera de las pesadeces populares, no dejan de revelar la verdad monda y lironda: el sistema capitalista busca reducir lo que ya se estima como un costo muy oneroso el que pesa sobre los gastos de "mantenimiento" de máquinas obsolescentes, que no aportan más números que los propios de las columnas contables dedicadas a los pasivos.
No me voy a referir a las maldicientes sugerencias de los extremófilos opinautas que advierten con sospechas sobre la proliferación moderna de virus modificados por los Ingenieros Biogenéticos (Creo que no habría Ing. Químicos involucrados en esos macabros juegos, si los hubiera y llego a saberlo, entrego mis papeles). Pero la verdad es que entre las medidas de choque que pudieran hacerse valer para reducir las tasas de crecimiento capaces de provocar un frenazo mundial como el que lograron los chinos desde hace unos cincuenta años, las pandemias mundiales juegan su papel, muy macabro, pensaría yo, pero funcional. (Hablar de esto, así, por escrito, me luce algo feo......quizás lo elimine).
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