domingo, 26 de diciembre de 2021

DEL PALIMPSESTO DOMINICO-HAITIANO

 Cierto, ciertísimo, es, que la historia  dominico-haitiana o haitiano-dominicana, es la del sincretismo humano, social, biológico, histórico y poolítico-religioso típico del proceso colonizador que partió a finales del siglo XV desde Europa y dió con el encuentro masivo de una serie de incidencias que modificarían la relación de repoblación y culturas, que, entre muchos acontecimientos trascendentales, tuvieron en En la Zona del, desde esos tiempos, nombrada Región del Mar Caribe. 

Entre los territorios y poblaciones  plagiados, estuvo la que pasó a denominarse, desde los mismos acontecimientos citados, "La Hispaniola", la misma que tras diversas implicaciones económicas y guerreras propias de la serie de acontecimientos referidos fue escenario de una masiva importación mercantil de braceros traídos desde el Continente Africano procurados para ser convertidos en obreros esclavizados dirigidos a alimentar industrialización y rentabilización de las plantaciones agrícolas y, en general, para cumplir todas las necesidades laborales demandadas por el nuevo proceso de comercialización y capitalización de las colonias desde las que se alimentaba la retabilidad beneficiada desde Europa. 

La Isla Hispaniola llegó a ser negociada varias veces, como intercambio entre los intereses guerreros, polítios y comerciales, entre los imperios de Francia, España, Estados Unidos, Inglaterra y Holanda. La población de braceros importados desde Africa, destinada, prencipalmente, a suplir las demadas económicas de braceros destinados a las plantaciones de caña de azúcar, llegó a ser de hasta medio millón de seres convertidos en esclavos, que de distintas formas, momentos y circunstancias conformaron la mezcla o mestizaje que hoy compone la población de toda la Isla, afectada, sin embargo, por una aguda segregación propia de la historia económica que da origen a las desigualdades que siguen la lógica social y cultural de los marcados clasistas que idefectimente cumplen las leyes sociales de las poblaciones agudamente afectadas por los modelos humanos de separación de los que parten dichas poblaciones. 

Siguen así las leyes de la evolución biológico-antropológica aplicables a las definiciones del poder de dominación y adaptación que imponen reglas sociales  sobre las congregaciones humanas masivas a través de las capacidades de manejo de los bienes materiales apropiados mediante los distintos esquemas de lucha y competición por los recursos de supervivencia biológica y su adaptación vital. 

Son estas las condiciones de las que parten esos citados acontecmientos que que han derivado en los miedos naturales de la descendencia biológica-histórica-política que se niega a aceptarse como parte del mestizaje natural que parte de la mezcla europea-africana e indígena que conforma la población dominicana, hoy afectada de una paranoica aberración contra su propia ascendencia, su mestizaje, su origen y su propia familiarización natural. 

Cada mestizo dominicano suele empeñarse, en demostrar "a rajatablas", que cuenta con algún ancestro europeo, de raza blanca, que le garantiza su origen monárquico o imperial, que, por demás, le sirve para borrar cualquier vínculo histórico o biológico con su historia africo-haitiana. Ese comportamiento, harto vivido en toda Europa, por la sociedad judía, afectada por la discriminación histórica sufrida durante siglos. 

De los más encumbrados fundadores de la sociedad europea de hoy, son conocidos  miles de casos de muy connotados nombres, -con frecuencia se sugieren nombres como los del propio Hitler-, que han abjurado de sus orígenes judíos, dada la vergüenza  a que han sido sometidos, durante siglos, los hijosdescendientes de la histórica y legendaria etnia. 

Lo mismo ocurre hoy, en República Dominicana, con los descendientes dominico-africo-haitiano, caso, sin embargo, muy "trajudicial", para los afectados, por lo menos, para aquellos que no pueden evitar su apariencia "amarronada", certificadora, clara, casi inevitable de su histórica, biológica y social ascendencia. Propio y comprensible, es sin embargo,  cual ese impulso antropogénico que impone la fuerza de la biología social, evolucionista, que mueve a los dominicanos a renegar de su hermandad africo-haitiana. 

La historia cargada de anécdotas de todos los cortes, hablan, por ejemplo de aquella composición decimera que refiere lo del llevar "el negro detrás de la oreja", hasta el caso muy reciente del blanqueado de la famosa estrella deportiva de fama mundial, Samuel Sosa, a quien su paranoia negacionista le llevó a aplicarse un tratamiento médico capaz de empalidecérle toda su cubierta dérmica.

El sistema económico dominicano, ha dependido, durante los últimos doscientos años, de esa explotación económica, altamente rentable, sustentada en la capacidad productiva de esa misma mano de obra colonial, africo-desendiente. Lo conocen bien todos los planificadores enonómicos de toda la historia republicana, dominicana, que, sin embargo, por lo general, esconden sus voces, ante el miedo de ser estigmatizados, precisamente, ante la irracional agresividad del mestizaje que suele parapetarse tras ese muro de protección contra la acusación o revelación, por lo general inevitable, de su suerte moral, bajo el pecado social que lo hace vivir la culpabilidad de su origen africo-hatiano, del que la naturaleza social, biológico-evolucionista le impone. 

No es esta una situación dominicana, ni distinta de la misma que otros estereotipos generan en todo el mundo, en todas las geografías sociales pero el caso República Dominicana-Haití, está afectada por un componente adicional, poco común en el mundo, dado que la isla es compartida por dos naciones, cuyos orígenes político-históricos, las signan como un caso muy peculiar que la coloca bajo la mirada universal, de cuyos ojos, los dominicanos quisiéramos desaparecer, pero, lo cierto, ciertísimo es, que la historia de este palimpsesto grabado en la roca de la nuetra historia común haitiano-dominicana,  es difícil de borrar.


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