El hombre de la caverna decubrió un día que mediante la inteligencia de dejar alguna marca de su pasar por algún lugar era posible señalar su paso por ese lugar, quizás asi nació la primera forma de interpretar signos, marcas, rayas, dibujos, hasta alcanzar los alfabetos.
Quizas esos tiempos tan hoy mejorados, estén de regreso, quizás la interpretación inconclusa del fenómenos cuántico, se esté devolviendo y pronto ni siquiera esté la humanidad en condicioness de interpretar, a partir de sus sentidos comunes, la historia del paso de sus congéneres, cuando se muevan de un lugar a otro, dejando los efectos de sus deposiciones del cuerpo.
Vale pensar que estaremos regresándonos al profundo abismal de nuestra historia. Podemos interpretar que se nos advierte, con suficiente tiempo sobre lo mejor de nuestros tiempos idos. Así percibimos que perdimos los mejores padres, los mejores guerreros, los mejores maestros de escuelas, los mejores científicos, los mejores métodos para alcanzar el perfeccionismo divinal, proyectado por Dios.
Habrá fracasado el método evolucionista diseñado a partir de la materia? Habrían leido mucho más nuestros abuelos que no precisaron de viajar en trenes, ni leer mediante artilugios electrónicos de inmedibles accesos al conocimiento ?
Torpeza inútil, esta que suele manifestarse en las quejumbres del cansancio melancólico y nostálgico, propipios de esos abrumadores y aburridos atardecimientos acelerados de quienes viven unos inviernos sin esperanzas ni renovadas infloraciones ni lluvias abrileñas.
Así parecen rendirse antes del tiempo previsto por el mismo Dios, de antemano gimen la espera de dolores que aun no les acontecen mientras se pierden de disfrutar la algarabía de los nietos y sus etruendos musicales, sus novedosos dembows electrómicos, sus inagotables bibliotecas de libros en pupitres digitales y sus difusiones románticas multicolores.
Parece que no somos capaces de entender la infinitud digital calculada con las renovaciones concedidas a su debido momento por el mismo Dios que lega todas las virtudes de la evolución continua de la perfectibilidad de la Creación y su exactitud material por ser Única, Natural y Divina.
Se agotan los versos y frescura de las palabras pronunciadas durante la pubertad, la adolecencia, los encuentros furtivos, sustos y dobles camuflajes, olvidamos las verdades tan intimas y secretas escondidas ante Dios y sus ángeles. Entonces esperamos leer en los diarios de la nueva generación discursos que nunca pronunciamos, arrojos que nunca tuvimos, la conquistas que nunca nos atrevimos a emprender.
Como el león que nunca se agota, apreciamos las exacerbadas batallas de inmemorables anécdotas etéreas, intemporales, epopeyas de dioses soñados bajo los efectos de sustos tatuados en nuestras imaginaciones infantiles, estatuas hoy calcificadas en la duramadre. Renegados, nos sentimos apabullados. El tiempo de Dios no regresa, no se detiene ni comete errores.
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