miércoles, 17 de mayo de 2023

CEGUERA ARREGLADA PARA NO MIRAR

 

Cierto, ciertísimo es, que el intercambio de esfuerzos transables como bienes y servicios que hacen valer sus utilidades por medio de certificados monetarios, fundamentalmente mediante compromisos atestigudos como promesas, ofertas y entregas futuristas de calidades respetables, hoy en día amenaza con desplomarse ante las incertidumbres y desregulaciones impuestas por los desequilibrios con respecto a las incapacidades de respuesta firmes por parte de deudores tan potentes como los Estados Unidos de América. 

Constituye una advertencia mayor. Imaginar que Argentina asiste a un proceso interno de incapacidad para reparar a tiempo sus fuerzas transables, es ya historia repetida mil veces. Hecho que deviene de la necesidad de emparejar su fuerza de producción transable como intercambio monetario, hoy desequilibrada ante la paridad rota de su producción de bienes y servicios, no es  comparable con el caso del inmenso mar de la divisa productiva, ese océano reproductor que significa Estados Unidos de América. Sin embargo, un deficit productivo relativo, de este, es un déficit que de algún modo significa. 

Pero el alcnce significativo de este océano, resulta tan poderoso, tal que los efectos de las fuerzas de arrastre de sus oleajes, son capaces de desestabilizar todos los centros de gravitación económico-monetario de todo el planeta. Ventajosa resulta, en estos casos, la oportunidad de contar con masas obreras productoras, contratadas a bajos costos, capaces, sin embargo, de sustentar las previsiones de los oleajes regionales. Como puede explicarse que República Dominicana haya logrado sortear de modo relativamente suave el estremecimiento económico provocado por la panedemia ?. 

Más allá de los santos y bien llegados auxilios económicos servidos por los beneficiaros de la mano de obra barata que sirve la numerosa masa de emigrantes dominicanos, fue igual de útil y oportuna la mano de obra servida, compensatoriamente, pero en condiciones de baratura máxima, por la obrería de la que se sirve la economía dominicana, que no protesta por bajos salarios, no reclama prestaciones laborales, no demanda al Estado, no sabe como evadir compromisos tributarios. 

Para bien  aparejado con sus concomitantes males, las ventajas que hacen crecer la harto creciente economía del sistema dominicano, con su valorado cambio monetario, fundado en esa productividad que le reporta su magnífica fuente de obrería barata, capaz de colocar las oportunidades de inversión extranjera, en niveles recelados y envidiados en toda la zona comercial en la que inciden los resultados de esas ventajosas ofertas de servicios soportados como producto competitivamente difícil de igualar.

Nada, ni loco alguno, capaz de estar enterado del poder de las fuerza social de la economía, ha de inventar ni intentar, seriamente hablando, deshacerse de esta relación de valor  con respecto al intercambio de esfuerzos transables, sobre el que las ventajas relativas, apuestan tan comodamente a tantas ventajas que ya, hasta los organismos de discusiones medidoras y mediadoras, han pasado a relcamarle al Estado Dominicano, que de forma moralmente creíble, reduzca los niveles de tan ventajosa explotación, cuando menos, elevando los niveles de la oferta educativa, de salud y de oportunidades de crecimiento social entregados a la obrería que hace crecer la economía dominicana, que la ceguera arreglada y deshumanizada se niega a reconocer.

 


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