Cualquier proceso químico-termodinámico que se conduzca en el sentido positivo al aprovechamiento neto del potencial de oxidación de del hidrógeno, tendería a generar rentabilidad neta, proporcionalmente positiva. Lo mismo, fuentes de hidrógeno condensado en sus respectívas moléculas, como los alcanos, amoníaco, boranos y otras fuentes en las que pueda concentrarse la presencia de átomos de hidrógeno, son pasibles de convertirse en reservorios netos de energía química fácilmente convertible. En estos momentos, un frenético aceleramiento en torno a la ingeniería químico-termodinámica, agita la carrera dirigida a lograr dominar de modo ecologíca y económicamente respetuoso, ese virtual y técnicamente favorable, masivamente explotable, de las inmensas reservas de las fuentes de hidrógeno, presentes en los fondos marinos, en forma de metano y otras fuentes de hidrocarburos, a más de contar con avanzadas ingenierías dedicadas a la separación de oxígeno-hidrógeno de la molécula de H2O. La ingeniería químico-termodinámica que conduciría a esa aplicación útil de la oxidación del hidrógeno contenido en la molécula de amoníaco, constituye, ante la maliciosa picana de mis propias vanidades químico-ingenieriles, un desafío que mueve mis desgastadas e infelices neuro-voluntades, a desocarse proponiendo algún modo prácticable sobre este noble desafío. Confieso, sin embargo, que mi humildad me ha llevado a pensar en las desafiantes voluntades de algunos comelibros que en mi medio, quizás hayan sido menos intervenidos que yo, pero no sé quienes se atreverían a retar sus sistemas neuro-digitales. Suelo pensar en algunos sobrevivientes respetables como Del Toro, Enélsido, Diógenes y otros guapos pero no sé si aun respiran con ganas de seguir siendo divinosos ingenieros químicos.
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