domingo, 4 de enero de 2015

DEL GALLO PADROTE DE PEDRITO MOYA

Pedrito Moya nunca fue hombre de echar dientes al aire. Era un veterano con revólver quien vivia refugiado en su casa al cuidado de gran familia y de su negocio familiar. También beneficiaba la crianza de gallos de pelea. Otro beneficio de mala ley, pero de acendrada tradición de tránsito urbano, era el que aprovechaban los señoritos como final de sus farras al cierre de sus noches de bares, consistía en disponer a subrepción y sin propiedad de un ave de corral sustraída del patio de cualquier vecino. Mientras Pedrito despachaba par de mozos que le rogaron para que atendiera sus urgencias y a deshora, de su colmado les sirviera  avituallamientos suficientes para un un buen locrio, un segundo comando formado por dos de los más aguerridos entre el grupo, completaba la operación de secuestro de una ave que resultó ser el padrote de la crianza. Todo fue consumado en el parquesito  ubicado a media cuadra del colmado de Pedrito. No hubo que averiguar demasiado, con la plumas y cabeza abandonada en el lugar de los hechos, Pedrito acudió a querellarse ante Ley contra los bien conocidos muchachos que le hicieron la compra a casi media noche, hijos, por cierto, de tres de los más prestantes señores de la comunidad urbana y hasta comprometidos con la administración municipal. Fue instrumentado jucialmente como se instrumentan los expedientes judiciales en los Juzgados de Paz de los pueblos. La Juez dictó su sentencia tras breves minutos de consideraciones y testimonios: "Quedan descargados de cualquier responsabilidad civil o penal en torno a la querella interpuesta por el Señor Pedrito Moya contra los inculpados......". A la misma vez, la Juez dispuso que los justiciados pasaran a su despacho a reunión privada, donde los recriminó asi:   "......Tengan estos 10 pesos para que le manden a pagar su gallo a Pedrito y que sea la última vez que ustedes vuelvan a meterse en su patio a robarle sus gallos....".

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