Una de las actitudes humanas desarrolladas al efecto o consecuencia de de esa tendencia propia de los procesos biológico-sociales que buscan hacer ensayos comparados de prueba y error tras el logro de mejoramientos hacia la perfección pretendida como meta, es tratar siempre de hacerse de un congénere fácil de superar que nos permita mostrar nuestra sobresalencia en nuestra ruta hacia la superación que nos impulsa. Desde tiempos inmemoriales, esa necesidad queda registrada en todas las anécdotas de guerra y de cualquier género. Hasta el mismísimo Padre Creador tuvo sus ángeles inferiores y hasta unos vencidos. También contó con su muñeco de barro cargado de debilidades. Uno de los casos de la literatura mundial mejor significados, es el de Don Quijote y su Sancho Panza. En la historia del cine, todos hemos de recordar a Cisco Kid y Pancho, Tarzán y su monita, Red Rider y Castorcito, Shanoc y Sekub, El Conde de Monte Cristo y Yacoco. Balaguer y Bello, Bosch y Lidio, Batman y Robin, Supermán y Luisa Lane, Peña Gómez y Polonio. Leonel y Felix, Trujillo y Bernardino, Jesús y Pedro, Guerrero Heredia y Mario Lama, (Jaime se le escapó a Andy). Referido al ejercicio del periodismo, El Cardenal administraba un programa televisivo en el que su interlocutor solo hacía unas preguntas arregladas para siempre consentir con la respuesta, Vinicito cuenta con un preguntador muy similar al del Cardenal, Oscar Medina y Sandoval, este que le sirve hasta de sambá....Muchos terminan superándose (y hasta llegan a ponerse a la par de su Don Quijote, este siempre debe evitar escoger un Sancho de pareja inteligencia). .Esta actitud es muy humana, pero no es la única que merece ser considerada como necesidad imprescindible en quienes tratan de ejercer como líderes sociales. También es preciso contar dentro de su género con otros dos referentes igualmente muy importantes: el vencido y malo (El Relámpago de Jack Veneno, Dios y Satán). Igualmente se precisa de un referente divinizado dentro del género. Los más encumbrados lo buscan igualmente muy encumbrados. Algunos pretendemos de solo ponernos al mismo Dios como meta. Finalmente, a veces nos proponemos unos gigantescos molinos de viento como metas a vencer y continentes demasiado grandes para conquistar como si fueran minúculas ínsulas para regalarle a Sancho. No cuento nobleza real, enemigos ni necesidad de vencer gigantes, pero tampoco cultivo vocaciones de sambá, grumete ni de hormiga cortadora de hojas verdes. Solo me divierte servir de cortesano paranoico de mis propias fantasías como aspirante a ser dios de mi propia historia natural.