domingo, 11 de septiembre de 2022

DAÑO CONTRA UNA FIGURA JURÍDICA SERIA

 

El acoso sexual, un repugnoso comportamiento desdicho de toda virtud social, generalmente estimado como debilidad moral y descontrol emocional, legalmente punible, hoy por hoy, observado celosamente en nuestra cultura moral, religiosa, laboral y social, muy generalizadamente entre casi todos los conglomerados y organizaciones institucionales de los estados, nos merece cada vez con mayor énfasis, todo el respeto propio de la más endeerezada formación de ciudadanía. 

Para que ello sea sinceramente efectivo, sin embargo, es imprescindible que los estrictos parámetros de su asentamiento social claro y transparente no sean jamás relajados ni entregados a las ligerezas y de las veleidades, los impudendos  e irresposables pronunciamientos de la politiquería más desaprensiva, a menos que el propósito deseado sea el de desacreditar viciosamente la culpabilización de la tan dezlenable conducta del real acosador, mediante el desparramo de falacias calumniosas viciadas de infamante menosprecio sobre la realidad, sincerización y la integridad y honestidad del recurso. La difamación amarillista del profesional mediático, que suele amalgamar su criminal sevicia mediante la  coalescencia de viciosas podredumbres mentales cultivadas y acumuladas de origen.

La relajada malicia con la que, nada menos que un Senador de la República, se ha prestado para hacer un anuncio público sobre una supuesta acusación de acoso sexual, donde ni siquiera las personas presuntamente afectadas, hacen tal afirmación, no hace más que diluir, dañar, corromper, el valor y poder de un recurso tan serio, tan valioso y urgido de serias atenciones para nuestro sistema de prevención y corrección legal frente a los numerosos y gravísimos casos que hallan lugar con tanta frecuencia en nuestra vulnerada sociedad.

Este daño profundamente pernicioso, toda vez que viene a ser escenificado por un alto directivo político nacional, Senador y anunciador oficial de una respetable parcela política de caracter nacional, merece, cuando menos, una rectificación, un mea culpa y una promesa de prudencia, mesura y corrección, tanto de su parte como persona y dirigente, así como de la alta dirección de su propia organización, dado el perjuicio público que sus desaprensivos pronunciamientos  pueden haber causado a la lucha correcta en la que se empeñan tantas organizaciones sociales, locales e internacionales, en enderezar esa aberración conductual que hoy con sus pronunciamientos falaces, provocan  la voz del Senador de la República a costas del mérito y la seriedad de esta figura jurídica, esta vez traída al ruedo de la lucha política de modo tan atropellado, solo tras el empeñado propósito de algún pendiente de algún reclamo no complacido.

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