lunes, 24 de octubre de 2022

LA FUERZA ESPIRITUAL

"QUIÉN SOY YO PARA...JUZGARLO?"....Así se expresó el Padre Francisco Mario Bergoglio, cuando, entonces, recién investido de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Yo, que no alcanzaría para calzarme virtud alguna comparable con la de cristiano alguno, creyente o no creyente en las atribuidas virtudes del alma humana y demás entidades espirituales en las que hemos sido formados, educados y cristianizados, la grandísima mayoría de los entes sociales humanos. La espiritualidad, de, por ejemplo, seres humanos, materialmente carnales, sociales, vivientes, pensantes y biológicamente actuantes, como es el caso de todo el vecindario natural del que formamos parte de este entorno cosmológico, como tal, nos hallamos con unos y otros pensadores de primer orden, lejos de sospechas de ser afectados por taras y distorsiones fuera de la común composición humana, como es el caso del genio científico, Wolfang Pauli tanto como su amigo, Carl Gustav Jung, vivieron, actuaron y profesaron con fruición la fe en los espíritus sobrenaturales, me compelen a preguntarme a mi mismo, parodiando al Padre Bergoglio, siempre con el máximo respeto: "Quién soy yo para juzgar a quienes ponen su fe y conciencia social en la creencia de la existencia del alma inmaterial ?". Muchos, muy muchos, respetables pensadores, muy estudiosos, centrados y concentrados investigadores profesionales, arguyen sin tapujos ni dudas aparentes, que la inmaterial espiritualidad humana, es la responsable de sustentar el sentido mismo de la vida. Conocedores de las Ciencias Naturales, los estudios sociales en general, la antropología, la psicología, la sociología, tanto como la biología misma, terminan acomodándose con muy significativos ajustes a la justificación material de esa existencia, de ese factor primordial sobre el que la materia anida y asienta su permanencia natural. Tanto negar como afirmar, por ejemplo, la existencia espiritual del alma humana, como entidad rectora, lejanamente superior a la materia, constituye el núcleo de una de las mayores controversias filosóficas de la historia de la humanidad intelectualizada. De Oriente a Occidente, de Norte a Sur, es difícil ubicar núcleos sociales humanos, libres de creencias completamente alejadas de ese espiritualismo, unas veces expresado en formas muy primitivas y en otros casos, en formas muy sofisticadas, encumbradas más alta que todo lo imaginable sobre el pensamiento humano. Lo cierto, en mi caso, torpe mortal incapaz de entender o asimilar casi nada sobre los arreglos materiales de mis más cercanos entornos, solo me resta conformarme con esta presunción parodial: "Quien soy yo para juzgar a quienes se acogen a su espiritualidad y la de su alma ?"

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