Las sirenas de alarmas siguen cada vez sobresaltadas. Desde todos los campanarios relacionados con los resultados obtenidos como produto de nuestra educación básica formal, tanto del ámbito oficial como los obtenidos encerrados dentro del marco de la educación privada, esta que acusa una onerosa carga económica para los hogares que siguen decididos a sacrificar "lo que cueste", buscando que lo mejor que se ofrezca en formación escolar, toque con su virtud la educación de sus hijos.
Las imprecaciones que hoy sufre nuestro sistema de educación primaria, la que coresponde a los primeros ocho años de formacion, resultan ser gritos de justos reclamos públicos a todo el sistema de administración de la educación que históricamente se han permitido las administraciones del Estado Nacional.
Muchas experiencias documentadas tras eventos colectivos, nacionales e internacionales, han permitido hacer señalamientos, consejerias y ejercicios dirigidos a modificar el estado de retraso relacionado con los reportes internacionales que asignan un nivel de último lugar a los resultados del modelo educativo dominicano, no han servido para cambiar, durante años, la situación de nuestra peor fama en las comparaciones registradas en estos momentos.
Cualquier profesor universitario que haya tenido la ocasión de contar con la oportunidad de contar como alumnos de sus clases a maestros en servicio de la educación escolar, ha tenido que vivir la experiencia de que como generalidad, estos alumnos suelen ser los estudiantes peor aprovechados, sobre todo en materias como Lengua Española, Ciencias Físicas, Ciencias Químicas y Matemáticas.
Con frecuencia, resulta que han elegido la carrera de magisterio, precisamente, porque entienden que las demandas académicas de su formación, son las minimas, es como decir, que suelen ser lo jóvenes menos esforzados en aprender lengua española y ciencias, quienes eligen quedarse como maestros de escuelas.
En esta triste situación, tan real, como lamentable, resulta un auténtico desplante contrario al liderazgo que ha de ejercer el profesor escolar, que en vez de ser una persona muy motivada en el esfuerzo y la motivación académica, resulta que, por el contrario, carece de fuertes motivaciones en torno al conocimiento de las ciencias y, sobretodo, de la mejor comprensión del uso de las lenguas.
La comprensión de la lengua y sus inflexiones especiales aplicadas a la comprensión de las matemáticas y demás ciencias, es imprescindible hacerla valer de modo muy firme y cuanto más profundo.
Es experiencia harto conocida, que la comprensión del lenguaje con el que se pretende pasar a comprender fenómenos como los físicos, biológicos, químicos, sociales, etc...demandan de un dominio certero de los términos aplicados para desarrollar los conceptos aplicables a los fenómenos relacionados con dichas disciplinas científicas.
El enfasis sobre la capacidad de interpretar la composición de lo expresado mediante la palabra escrita o hablada, de modo claro, sin ambajes, dudas ni trastornos, es condición sin la cual no es posible comprender y asimilar la estructura científica de los hechos naturales. El tiempo que ha de dedicarse a comprender las aplicaciones precisas de la lengua, tiene que ser efectivo, sagrado y firmemente cumplido si se quiere asegurar que los alumnos lleguen seguros a comprender y asimilar las disciplinas académicas a las que son sometidos.
Las imprecaciones que hoy sufre nuestro sistema de educación primaria, la que coresponde a los primeros ocho años de formacion, resultan ser gritos de justos reclamos públicos a todo el sistema de administración de la educación que históricamente se han permitido las administraciones del Estado Nacional.
Muchas experiencias documentadas tras eventos colectivos, nacionales e internacionales, han permitido hacer señalamientos, consejerias y ejercicios dirigidos a modificar el estado de retraso relacionado con los reportes internacionales que asignan un nivel de último lugar a los resultados del modelo educativo dominicano, no han servido para cambiar, durante años, la situación de nuestra peor fama en las comparaciones registradas en estos momentos.
Cualquier profesor universitario que haya tenido la ocasión de contar con la oportunidad de contar como alumnos de sus clases a maestros en servicio de la educación escolar, ha tenido que vivir la experiencia de que como generalidad, estos alumnos suelen ser los estudiantes peor aprovechados, sobre todo en materias como Lengua Española, Ciencias Físicas, Ciencias Químicas y Matemáticas.
Con frecuencia, resulta que han elegido la carrera de magisterio, precisamente, porque entienden que las demandas académicas de su formación, son las minimas, es como decir, que suelen ser lo jóvenes menos esforzados en aprender lengua española y ciencias, quienes eligen quedarse como maestros de escuelas.
En esta triste situación, tan real, como lamentable, resulta un auténtico desplante contrario al liderazgo que ha de ejercer el profesor escolar, que en vez de ser una persona muy motivada en el esfuerzo y la motivación académica, resulta que, por el contrario, carece de fuertes motivaciones en torno al conocimiento de las ciencias y, sobretodo, de la mejor comprensión del uso de las lenguas.
La comprensión de la lengua y sus inflexiones especiales aplicadas a la comprensión de las matemáticas y demás ciencias, es imprescindible hacerla valer de modo muy firme y cuanto más profundo.
Es experiencia harto conocida, que la comprensión del lenguaje con el que se pretende pasar a comprender fenómenos como los físicos, biológicos, químicos, sociales, etc...demandan de un dominio certero de los términos aplicados para desarrollar los conceptos aplicables a los fenómenos relacionados con dichas disciplinas científicas.
El enfasis sobre la capacidad de interpretar la composición de lo expresado mediante la palabra escrita o hablada, de modo claro, sin ambajes, dudas ni trastornos, es condición sin la cual no es posible comprender y asimilar la estructura científica de los hechos naturales. El tiempo que ha de dedicarse a comprender las aplicaciones precisas de la lengua, tiene que ser efectivo, sagrado y firmemente cumplido si se quiere asegurar que los alumnos lleguen seguros a comprender y asimilar las disciplinas académicas a las que son sometidos.
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