El temor a dar a conocer el destilado dulce de la esclavitud azucarada en los campos cañeros, trapiches, guarapo, melazas, cachazas y bagazos, tensa la realidad de muchísmos compatriotas, enemigos jurados, maldicientes y negados a nuestra condición de descendientes naturales de esa suerte de vivencias legadas a nuestra existencia histórica, tradiciones, cultura y sensibilidad humanas, tan reales como las aguas de los ciclones y soles tropicales que nos conviven y signan.
Es la historia de los derechos principales a ser dominicanos, tanto como lo fueron los mulatos Francisco Sánchez del Rosario, Matías Ramón Mella, Gregorio Luperón, los Hermanos Puello, Antonio Duvergé, María Trinidad Sánchez y otros tantos patriotas que hoy merecen ser citados con el orgullo patrio de nuestra histórica ascendencia africo-haitiana, cuyos derechos naturales a residir en estas tierras los hemos merecidos con el trabajo, las defensas y las riquezas aportadas por nosotros y por nuestros antepasados, más allá de los dolores internos que atesoren otros cazadores negreros, rendidos a la pena de las negaciones más íntimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario