Cierto, tan cierto como ciertísimo. Vivir, persistir en sobrevivir corresponde a la naturaleza de los procesos materiales que conforman los arreglos físico-bioquímicos, que la naturaleza asiente o podemos clasificar como "fenómeno vital" (asumiendo la semiología literal que nos permite comunicarnos en lengua española). Este "fenómeno vital" podemos describirlo como: "el hecho natural determinado a partir de arreglos físicos y bioquímicos, dinámicamente estables e ininterrumpidos". Este proceso se alimenta de fuentes energéticas, generalmente bioquímicas, que funcionan a partir de la contrastación de arreglos o ajustes apropiados respecto a la reorganización material de átomos y moléculas, según las interacciones que responden a las conocidas "fuerzas fundamentales". En el campo de la física cuántica, estas fuerzas, clasificadas en cuatro distinciones, son consideradas independientes unas de otras, aunque los científicos avanzados tratan desesperadamente de hallar sus vinculaciones funcionales ente unas y otras.
Intentar asociar detalles de este género con la introducción de estas notas puede conducir a la difusión y disgregación de incongruencias, aparentemente inconexas. Sin embargo, solo pretendemos hilvanar el delicado encuentro de los inseparables momentos y espacios que ligan todos—absolutamente todos—los signos naturales en los que se envuelve el conjunto como materia natural, así como sus expresiones, a través del proceso que abreviamos como "proceso vital".
Este "proceso vital", que sigue los caminos del evolucionismo biológico, lógico y cientifico, nos conduce, inevitablemente, a encontrarnos con una de las consecuencias irrefutables de la verdad cósmica, material: el animal humano. Este conjunto de funciones naturales, aunque escasamente conocido por el hombre y su inteligencia científica, nos permite sin embargo, hoy, elucubrar, sobre algunos descubrimientos sorprendentes, gracias a los estudios de dedicados cerebros investigadores, que se atreven y logran hallazgos geniales, a veces fantásticos, como es el caso de los desarrollos en la organización de la llamada Inteligencia Artificial.
Ajustar nuevos conocimientos relacionados con la historia de la Evolución Biológica Animal, incluido el ser humano como derivación especial, nos lleva a la interpretación neurobiológica del comportamiento social que conduce a la aparición de las motivaciones espirituales en la historia del Homo sapiens. No obstante, no es posible desconectar la verdad biológica-material de la más urgente necesidad vital: la existencia biológica.
La existencia biológica implica otras urgencias que, obedientes a esta necesidad imprescindible, reclaman el desarrollo de mecanismos de supervivencia: desarrollos bioquímicos, anatómicos, organizacionales y reproductivos, demanda de recursos materiales estratégicos como la necesidad de alimentación, procesos de continuidad, etc. Todo esto reclama y propicia los ordenamientos biológicos que dan paso a la inteligencia, conformando sociedades, grupos, interacciones sociales competitivas y, finalmente, evolucionar hacia ese perfeccionismo divinal que subyase en la correspondencia del afan por el perfeccionismo o diosismo, el nirvanismo y el salvacionismo. Estos parecen constituir el margen más rígido y exigente del aspiracionismo biológico humano.
Competir por la supervivencia es competir por sobreponerse al mundo. Dominar es competir, sobrevivir, luchar por ejercer predominancia de autoridad sobre las utilidades o provechos de las ventajas mateiales, por imponer sus genes como afán de eternización, por garantizar la supervivencia de sus crías que son la garantia de su eternización biológica, por eliminar a los competidores, eso es sobrevivir y supervivir. Ese es el instinto biológico a través del cual se expresa este proceso vital como parte del sistema neuro-inteligencial, que asegura esa existencia programada desde su respuesta material que hoy, la propia inteligencia humana, va dando pasos hacia su mínima capacidad de entendimiento.
Esta ruta de estudios busca identificar los cauces que conducen a la inteligencia humana hacia la comprensión de sus necesidades vitales, como urgencias naturales previstas biológicamente. Estas movilizan todas las acciones neuroanatómicas, convertidas en ese mar de procesos sociales que impulsan la existencia material de la vida como versión particular de la materia, sus expresiones sociales y espirituales, propias de esa dinámica que el proceso evolucionista determina y aplica de modo natural y, aparentemente, espontáneo.
Difícil y contrapuesto al conocimiento común, vulgar, no científico, paracientífico o pseudocientífico, nos será siempre esta pretención envanecida de cortes difusos, vaporizados al amparo de humaredas, de ignotos y encharcados meandros, algo contrapuestos a las ideas de memorables sentimientos arraigados en las multiples e históricas avenidas intelectuales tan geniales como las de tan talentosos genios de la interpretación de las sociedades, sus misticismos, sus dotes y dones humanos tan superriores históricos constructores morales de nuestra sociedad.