Estados Unidos de América aparece enfrentándose a una repartición del poder de lo que hasta hoy se ve y se reconoce como la Era del Imperialismo Anglo-Americano, heredera de las historias imperiales de otras épocas a las que habría sucedido, vencido y colonizado. Sin embargo, bien puede afirmarse que mantiene su cetro monárquico en Londres, pero asegurando que como gendarme militar del Imperio, Estados Unidos de América constituye ese poderío armado, muy al estilo de esa simbología moral anglosajona, al parecer desafiada por otras pléyades insurrectas protagonizadas por provincias que llevan un par de siglos dando muestras de insubordinación en casi todo Oriente, Asia, África y los recientemente incorporados territorios indígenas de los que forma parte y prácticamente encabeza ese Estados Unidos de América.
La realidad histórica nos da cuenta de que esa historia imperial domina los símbolos de ese capitalismo al que nos acogemos, tan cuidadosamente representado en signos de poder desde puntos bien marcados como ejes de esa hegemonía, difícil de revertir, anclada en puntos como Singapur, Taiwán, Sídney, África y toda América. Sin embargo, esos signos a los que no parecen querer acogerse de muy buenas ganas gran parte de insubordinados eslavos, incluidos la mayoría de los rusos, muchas tribus, otrora subordinadas de Oriente Medio, muchas de las colonias indochinas, es decir, una disidencia cultural que por muchos puntos parece recibir pinchazos, no puede, sin embargo, suponerse que se ahogaría sin nadar. No, la resiliencia del Estado Imperial Moderno cuenta con todos los recursos necesarios para evitar cualquier coletazo del monstruo de la historia que mide y determina el tiempo de sobrevivencia de los imperios.
Quizás el primer pinchazo de advertencia serio que el imperialismo puede haber recibido puede haber sido esa señal de debilidad, de un punto de deterioro corrosivo, escenificado a partir de ese intento de Golpe de Estado, inducido por algún punto de fricción, aparentemente restañado pero claramente inducido por la obsolescencia que demanda un nuevo paradigma místico, económico-social, una renovación en los rendimientos, en los aprovechamientos de los fundamentos impulsados por el evolucionismo biológico y social, humanos tienden hacia la recapitulación del pasado, en dirección al aprovechamiento ganancioso de la sumatoria de los recursos inteligentes, hacia el crecimiento del número de oportunidades diseminadas, que pueden convertirse en sumatoria biológica, física y social en favor de ese paradigma que parece estarse gestando espontáneamente, en favor de un desarrollo humano siempre aumentado, irremisiblemente transformado, superador del paradigma del capitalismo imperial. .
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