jueves, 14 de noviembre de 2024

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA


Cierto, más que cierto, ciertísimo es que los reciclajes políticos, imperiales, sin importar cuántas denominaciones puedan ser resumidas en este abarcador sintagma nominal: "imperio", casi como por naturaleza de su esencial origen biológico-familiar, tras su inclinación a multiplicarse, diversificarse y generar ramificaciones capaces de constituirse en nuevos núcleos renovados, herederos, sin embargo, del mismo espíritu del que partieron sus originales ancestrales, llegan, en algún momento, a reciclar esa inclinación biológico-social, que les induce a ejercer esa "necesidad" de apartarse, generar renovaciones, reclasificarse y recolonizarse, con mayores o menores éxitos, pero, en fin, formar su tienda apartada.

Esa es la historia de las sociedades humanas de todos los tiempos reconocidos desde los fundamentos culturales más antiguos, incluyendo las referencias que para nosotros, los isleños asociados como dominicanos, caribeños, naturalmente mestizados entre variadas circunstancias propias de nuestro devenir histórico-biológico. Es ese devenir común a la historia de la humanidad, el que, según nos señala el ritmo de los signos y acontecimientos que hoy transcurren en torno a la esplendorosa sociedad imperial norteamericana.

Estados Unidos de América se ha permitido varios actos de poder, tan escandalosos como el asesinato de presidentes en ejercicio, candidatos presidenciales propios en su propio territorio, atacados en medio de sus propias campañas, asesinatos de mandatarios presidenciales en otros países, etc., de cuyos casos ha sabido, ha logrado salir indemne.

Sin embargo, al tenor de mis reflexiones, el dato más peligroso, más significante de todas estas aventuras, de las que, al parecer, habría sabido reconvertir en beneficios los daños aparentes, al dar una gran muestra de estabilidad, poderosa resiliencia social y militar, de su gobernanza institucional, viene a ser este hecho de soportar, perdonar y reconciliarse con ese inminente golpe de Estado, intentado al momento ceremonial del acto más sagrado sobre el que se cimenta esa imperial sociedad.

Esta reconciliación, admitiendo, permitiendo y finalmente reponiendo el mismo gobierno que intentara el golpe de Estado, anuncia la inminencia de un proceso de decadencia, que difícilmente pueda ser revertido, dado el poder psicológico, la inducción moral, que sobre la cultura asentada en la sociedad, viene a dejar ese sentimiento de indefensión en el que aparentemente viene degenerando en ese estímulo, propio del histórico proceso de disolución de los imperios, según la historia de la cultura política mundial.

El germen de ese movimiento, que evidentemente no da señales mínimas de haber sido inhibido, sin dudas, permanece fermentándose al amparo de la expansiva atmósfera que bien ha dado señales de expansión tras nuevos atentados que por igual han amenazado con desatar renovados acontecimientos, incluyendo los atentados contra el mismo personaje que motiva este relato

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