Durante el transcurso de mis clases como aspirante a Doctorarme con el honroso título de Bachiller en Ciencias Físicas y Naturales, el profesor de Física solía echarnos a pelear unos debates en los que lucirse algunos de los alumnos mejor presumidos de contar con haberes propios de su condición superior de científicos conocedores de esos conocimientos de los que más nadie en muchos kilométros a la redonda, ningún papá por bien dotado que académicamente se le reputara, estaría en condiciones de conocer, a menos que no fuera el profesor, importado desde la ciudad, egresado de una Escuela Normal.
Según los títulos y nombres presumidos, se desprendieron de aquellos encuentros, nombres adoptados de personajes como Hipatia, U Than, Mendelejev, Hwholler, Alfred Nobel, Pasteur, etc...Se me ocurrió, durante una intervención proponer la desafiante exposición servida por físico holandés, Wholler, de la demostración teórico-algebraica de la Velocidad de La Luz.
Cuando la contraparte no podía enfrentar la respuesta a la pregunta, el proponente debía ofrecer la respuesta. so pena de ser descalificada la pregunta. En efecto, contestamos la pregunta demandada. Fue necesario expliarsela varias veces al profesor para asegurarse este de que la respuesta obedecía correctamente a la demostración servida por Rowe. Años más tarde quise yo, que formé parte de aquella exposición, ya en la UASD, retomar aquella lujosa muestra de memorizaciones secuenciadas.
Aun no he podido refrescar aquellas secuencias, tan bien memorizadas a mis 17 años. No hace tantos años dedique unos ratos muy divertidos a ofrecerme a mi mismo la solución del aislamiento de las variables X, Y, en la Ecuación "Yelevado X", igual XelevadoY, sin mucha dificultad, en unas cinco o seis observaciones algebraicas, me serví a mi mismo la necesaria grafía: LQQD, con la que lograba sonreirme.
Ahora, el Edadismo, me hace tensar los sesos y a penas logro revisarla correctamente, porque uno de nuestros colegas, tuvo la entereza de conservar lo que antes, yo mismo me servía sin mucho apuros. Este edadismo virtuoso, nos libra de ciertos cúmulos de estrés.
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