Cierto. Ciertísimo es que por los descampados del pensamiento humano, vagan insomnes tres figuras empeladas de cierto intelectualismo, que en el caso particular de una ("entropía"), carece de referente linguístico popular o vulgar. Distinto es el caso de las otras dos: "energía" y "espíritu".
Estas gozan de tantas versiones y aplicaciones populares y vulgares, tal que difícilmente se diría que algún transeunte hablante o pensante, no lleve en su pensamiento una referencia ligüística más o menos aplicable, muchas veces como sinónimos mismos en todo caso, aceptables. Ahora, bien, en la jerga intelectual, los signos "energía" y "espíritu", se recargan con nociones, a veces, muy distintivas, sobre todo, muy sofisticadas, según se vayan decantando y refinando los asertos intelectuales, sociales, científicos, místicos, significativos.
Si partimos de las aplicaciones más sencillas como significantes universales, facilmente, hemos, podremos imaginar tanto la palabra "energía" desde la idea de "movimiento", vida, acción, aliento, del mismo modo, nos acerca al sentido de "espíritu". Sin embargo, tal como advertimos ya, en la medida que se ahonda en las profundidades de la concepción e idealización intelctual, se nutre las divergencias. La " energía", paso a paso, se va enletrando por los caminos profanos de la materialidad, entra a servirse de los recursos menos sublimes de la existencia: la comparación, relativización o medición físico-matemática.
Así, metrada, calculada, no obstante, no pierde jamás, su condición incógnita filosófica. Cuanto más se materializa, cuanto con mayor precisión se mide, su existencia sigue siendo tan sublime, tan sagrada, tan esencialmente desconocida y enigmática como cualquiera de los modos de imaginarla. Salto a salto, los cabecillas de las mentalidades más calenturientas exhibidas desde hace por lo menos siglo y medio, creyeron, entre unos y otros, haber desafiado los desentrañamientos más íntimos de la esencia cósmica: la materia.
No obstante, solo hicieron descubrir nuevas y mayores complejidades físicas y numéricas. Algunos de los grandes pensadores de esa revolucionaria época, decidió, por ejemplo, que ya no sería necesario, ni siquiera, mencionar dudas como las que refieren incógnitas como las de la "Existencia Divina", mientras otros, asumían el "azar cuántico", como verdad materialmente irrefutable. Poco a poco, las incógnitas aparecen cada vez como mejor conocidas o mejor reconocidas. Poco parece qudar por establecer como realidad consensual indubitable la dimensión donde la materia aloja los descarrilados resultados, de, por ejemplo, los saltos cuánticos y sus sobreposiconamientos.
Las respuestas a la materialización de estas incógnitas o incertidumbres mecánico-cuánticas, parecen estar a punto de ser fijadas, empotradas, en variables asertadas, aceitadas o acertadas desde las claridades asoleadas desde la espiritualidad, que desde "que el mundo es mundo", domina las percepciones coscientes del pensar humano, sin complicarse jamás intentando someterla a profanas mediciones, cálculos ni dudas cuantificadas.
Cualquier ser humano, de cualquier civilización de las que se tenga constancia sin muchos rebuscamientos, piensa, siente o expresa de alguna forma la existencia del animo vital, espiritual, que bien pudiéramos pensar que igual ocurre con las manifestaciones de los reinos materiales en general. En la referencia titulada o encabezada desde este comentario, no resta referirnos a uno de los tres signos a los que originalmente nos hemos querido referir: la "entropía".
La existencia de esta variable, bien puede considerarse como una entidad cuasi-material o cuasi-espiritual, tan poderosa como enigmática, pasible, imposible, como las demás, de asir bajo los efectos de entrampado alguno, sin embargo, matermáticamente igualmente pasible de ser calculada, acotada y sometida a controles localizados, aunque, inevitablemente imposible de evitar que lleve las riendas universales de todo el conjunto cósmico.
Distinta a las infinitas vírgenes de las energías que suelen expresarse como potencial, gravitacional, magnérca, calorífica, química, hidráulica, solar, etc....lo mismo que los espíritus, que vagan de cuerpo en cuerpo, de incidente en incidentes naturles, la emperadora entronizada por la Segunga Ley de la Termodinánica, es pretenciosa, casi divina, pretende de ser única y hasta se dice que cuenta con existencia independiente del tiempo. Creo que así como Luisito, Nelson D. y el otro constituyen una trinidad pensamental que se acoge como que entre la Materia, la Espiritualidad y la Entropía, conforman auténticas trinidades dinámicas.
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