EL CACHIMBO DE BARRO
Siempre fué cierto que mi madre regularmente conocía las repuestas para las preguntas que su hijo menor le hacía luego de que sus colegas de patio o sus hermanos mayores no lograban atender sus preguntas, sin embargo, a ella misma a veces se le complicaban las cosas, entonces acudía al recurso infalible: "pregúntale a tu papá", por cierto, ese si que lo sabía todo. Un día recurrí a su ayuda para preguntar por qué era necesario que al fabricar un cachimbo de barro que había logrado hacer con mis propias manos, tuviera que cocerlo al fuego antes de colocarle el palito hueco (siempre de almendra o de bija, siempre refugio de hormigas jibijoas). Lo primero que mi padre hizo, fué cuestionar que pensaba hacer yo con un cachimbo. Como era natural, le contestaría que "aprender a fumar". El asunto se extendió, mi madre cargó con el apuro de tener que explicarlo. Por suerte ella, lo mismo que mi padre, nunca fumó. Luego de las excusas y las advertencias, mi padre accedió explicarme como pudo, sobre las propiedades de los cuerpos que contienen agua, se endurecen, al evaporarse el agua, pero nunca se queman. Finalmente, lo que si quedó muy claro fué que en mi casa se podían hacer cachimbos de barro, pero nunca usarlos para fumar aun ni de juego. Esa lección quedó aprendida para saecula saeculorum.
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