domingo, 15 de mayo de 2022

LA CULATA QUE DISPARA


 Insistir en explicarles a las masas de compatriotas cibernautas que conforman el gordo ventral del mediatismo corriente y normal de nuestra sociedad familiar, sería una inútil futilidad depresiva, neurasténica, pero buscar explicitarlo en medios influidos en influyentes, intelectuales, más allá del sabor narcisanio, puede contribuir a lidiar con el sentimiento de sublevación etnofóbico que hoy se extiende entre el muletaje dominicano, alimentado, precisamente, por los restos raciales, etnicos y sociales, distanciados por variadas razones.

 En general, aun descendidos y hasta familiarizados directos, como es el caso este de descendencia hatiano-africana, sellada entre los dominicanos,  que con tanta pena se odia a si misma, fenómeno de explicación harto dominada por la historia de los traumatismos psicológicos, conocidos desde toda la historia en cualquier parte del mundo, como efecto lógico de la competencia por los espacios vitales. 

Sin embargo, en este caso, vale citar que, contrario al interés que importa a la lucha por el dominio  material y multiplicación, sobre los medios de producción, la necesidad de fomentar ese mismo fomento y muntiplicación de los bienes, que a todas luces se impone sobre todas las luchas, está siendo bobardeado, irracionalmente por ideólogos, histórica y matemáticamente retrasados contra los tiempos y brisas favorables a la realidad social que parecen querer propiciar. 

A su pesar, sin embargo, contra vientos, mareas y estremecimientos, los números aprovechados sobre el rendimiento económico, sustentado en la explotación de la rentabilidad obrera haitiano-dominicana, continúa marcando la estabilidad social y política domnicana, contra los vendados con trapos rotos de la hipocresía nativa. Contra el pecho de los resentimientos, 

 La Mulatona sigue disparando con su culata contra los estereotipados pechos depelados de sus congéneres que no  quieren mirar sus pechos sino solo de acechones, al anochecer, a traves de las brechas de la cabaña de Erick, el hijo de la Mulata Yelidá. La culata les dispara, justo contra el pecho. Se regozan a favor de lo bienes rendidos por los esfuerzos de su madre, pero se niegan a reconocer el dulce de la leche que maman de sus senos.

Mientras el Banco Central exhibe el trofeo de los indicadores festejados por  los medidores internacionales, sobre los rendimientos económicos apoyados en la mano de obra de esa masa laboral, servida desde las plantaciones agrícola, los servicios turísticos, el empresariado industrial, etc., los enceguecidos con trapos perforados, usados como antifaz, reniegan  y acechan masturbados los favores  de disfrutar en silencio sospechoso, los virtuosos movimientos de La Mulatona, criada, justamente en su misma familia, sobrina de su propia madre.

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