La Ingeniería Económica aplicada a los Estados Nacionales implica unas demandas de integración de variables obligadas que suelen pesar tanto en las decisiones de Estado, tal que inclinan el balanceo de los equilibrios sociales hasta tornarse en acosos dolorosos sobre las cabezas de gobernantes y dirigentes políticos, sobre todo, cuando estos no alcanzan a desenmarañar y aislar con éxito ese complejo diagrama algorítmico en el que se torna la Ingeniería Económica atinente a las necesidades mínimas demandadas por la obrería generadora de los esfuerzos transables, acumulables, como valor de intercambio y aprovechamiento útil en favor de la organización misma de la dinámica social estatal.
Ese equilibrio buscado, reclamado en favor de la tranquilidad social, aseguradora de la satisfacción de las hambres biológicas, sanitarias y espirituales, en las que se incluyen las inevitables ventajas de los más poderosos en todos los términos reales, definen las guerras, las aspiraciones espirituales, sociales y materiales en general. Si las esperanzas generadas no alcanzan a cumplir con esas demandas, las masas se desarticulan, se insubordinan, se descompensan sus expectativas y sobrevienen las convulsiones sociales.
La magia ingenieril, consistente en lograr reparticiones capaces de mantener esos equilibrios que al fin den con la estabilidad deseada. Siempre, sin embargo, en nuestro ordenamiento político, universalmente dominante, la cuota del mantenimiento de los privilegios consignados al reinado imperial del sagrado Capital Monetario, como representación del poder militarmente capitalizado, difícilmente puede ser destronado, por tanto, en nuestro sistema vigente internacionalmente, siempre corresponderá a la obrería generadora de bienes y servicios, cargar el peso de cualquier arreglo, crisis o desencuentro contrario al equilibrio presupuestado.
Así que resulta utópico pretender que, en nuestro sistema actual, político, económico, social en general, no sea la obrería generadora de las riquezas del gran capital, nacional e internacional, quien cargue con cualquier reclamado desbalance económico del sistema.
Los costos crecientes provocados por guerras internacionales, propias de las competiciones económicas entre gigantes tecnológicos mundiales, sus guerras y sus rebotes locales sobre las economías de los patios traseros latinoamericanos y otras regiones, serán facturados sobre los músculos de la misma obrería siempre, a través de los mecanismos organizados para cumplir su misión, de modo más inteligente, efectivo y tenaz que los intelectos al servicio imperial mejor lo determinen.
Las crisis energéticas locales, dominicanas, los déficits sobre la salubridad nacional y demás huecos que se generarán sobre nuestra economía de Estado, deberán ser absorbidos del mismo modo, sobre las mismas fuerzas de la misma obrería, como lo manda el dios Capital. Apuéstelo y júrelo, que no queda de otra.
Economistas locales, doctores en Ingeniería Económica, planificadores de ministerios, decanos académicos universitarios, legisladores congresuales, etc., pueden programar apagones, castigar protestas, cortar suministros, inventar fórmulas financieras, dejar barrios oscuros, etc., pero la verdad, monda y lironda, es que siempre se cargará sobre el cuerpo de las restricciones a la fuerza laboral productiva, el peso de las cargas económicas demandadas por el Imperio del Capital y sus finanzas.
Resultan mentirosos, torpes y facilongos, los pronunciamientos de youtuberos, comentaristas mediáticos haraganes, que proponen soluciones del déficit del Estado cortando alambres de suministros energéticos sobre el consumo energético sobre el chin de energía consumido por barriadas de mal comidos que no consumen más de dos cheles de la energía generada. Dan más que vergüenza, pura pena, cuando mencionan esas mentiras que luego repiten muchos religiosos de las redes sociales, cuando la verdad es que son otras las cargas que provocan las grandes deficiencias que hacen difícil cubrir los compromisos contraídos, que finalmente, caerán sobre la misma obrería.