Involucrarse en conocer los entresijos desde los que derivan los efectos y aprovechamientos sociales, bajados hasta las necesidades económicas demandadas por las clases en las que se distribuyen las masas humanas, sus respuestas a las necesidades de existir, sobrevivir, desarrollarse exitosamente como lo prescriben los mandamientos de la sagrada Evolución de la Naturaleza, no es, desde el mirador intelectual ubicado en los llanos corrientes de nosotros: youtuberos, maestros de escuelas, reporteros rurales interactivos, pastoreadores de ermitas, santiguadores arrayanos, santeros de maní, etc., que somos quienes con regularidad diaria nos dedicamos a definir los encantos y entuertos políticos y económicos de donde sería posible extraer y definir con cierto racionalismo algún menjurje divino capaz de contribuir con el saneamiento de nuestra Economía de Estado.
No será útil jamás perder el tiempo vociferando gritos de desalientos moribundos, negándonos a nosotros mismos, denunciándonos, maldiciéndonos, rogándoles con ansias a nuestros esclavizadores que nos enseñen a rogar, a pedir perdón, a autolapidarnos en misión de arrepentimientos y expiación de culpas y lloraderas manifiestas mediante oraciones al estilo del "Confiteor Deo" (que bien completo lo retiene mi memoria de monaguillo clerical).
Quizás valga balbucear menos, pedir menos perdones, imaginar, pensar, intentar definir nuestros propios caminos sin tanto intentar propiciar allegamientos presumidos de denuncieros contrapuestos a nosotros mismos, confesados y arrepentidos de no haber nacido en alguna sociedad distinta, adoloridos de ser mulatos, mestizos y dominicanos, proponiéndose como renegados de su naturaleza decidida y acogida por los ritos de la determinada evolución... Continuaremos derivándonos sobre la naturaleza de la Reforma obligada.
Cierto, ciertísimo es, que como individuos nacidos, criados y formados como parte de este entorno social conducido bajo los pactos sociales de los arreglos administrados y políticamente legitimados como sociedad del capitalismo y la Democracia de Estado, estamos formados y quedamos obligados a aceptar sus imposiciones, en nombre de sus benevolencias morales concebidas, aceptadas para ser conducidas por el liderazgo materialmente consensuado bajo los mandatos representativos. Es así, de donde derivan, en consecuencia, las obligaciones de sustentar sobre nuestras espaldas y sudores, el peso de las cargas económicas dispuestas por esos arreglos consentidos, aprobados y santificados intelectualmente por los agentes correspondidos por el sistema aceptado.
El Capitalismo ha sido estructurado como base para las recaudaciones favorablemente inductoras de exaltaciones reales dirigidas al Monarca que lo es "El Capital", que lo administran y benefician, sus cortesanos, los capitalistas, que siguen y obedecen, de modo irrestricto a ese dios mayor, fundamentalmente intangible, al que todos quedamos obligados a adorar, basados en las reglas de sumisión absolutas, a esos dictados que reinan sobre las acumulaciones intelectuales, morales, noblezas, poderes y demás laudancias atribuibles a los idealismos diosantísimos.
No existen fórmulas naturales que, a vista cierta, eviten que se cargue al peso de la obrería productora de bienes y servicios económicamente transables, puedan evitar que las cargas de la economía impositiva, tanto del Estado que administra como de los principales sucedáneos del bien capitalista, no sean sustentados en la fuerza obrera, productora final.
Esto dicho, pregúnteselo a Dios y hasta a su sucedánea caricatura moderna, la IA. Estas reformas constituyen una variable infalible de las que conforma el algoritmo capitalista mediante el cual se sirven los placeres del monarca y su cortesanía: El Capital.
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