En materia de guerras militares, es de viejo conocida la práctica de crear pretextos ocasionales artificiales para justificar masivos ataques supuestamente defensivos que, en general, procuran conquistar adhesiones solidarias, sumatorias de poder que precisan de motivaciones o excusas emocionales. Huelgan los ejemplos desde la historia más antigua hasta los casos muy recientes y reconocidos en casi todas las guerras activas en las últimas décadas desde denuncias creadas de amenazas infundadas y mucho más. Hoy los dominicanos vivimos un nuevo y pomposo escenario de guerra creado tras el llamado que hiciera a su propio gobierno un senador norteamericano pidiendo que el Departamento de Estado actúe para impedir que sea postulado un candidato dominicano, de los que se supone esperan terciar en el próximo torneo electoral dominicano. Como era de esperarse, este llamado abiertamente público, de un legislador extrangero, precisamente del más influyente Estado Economíco y Militar de toda la faz del planeta, ha provocado una repulsa interna y tal grado de indignación entre los ciudadanos dominicanos tal que no sería de dudar que a partir de dicha publicación, sean muchos los domininicanos contrarios al candidato citado por el Señor Senador, que ahora pasen a intentar resarcir la ofensa considerada, precisamente, actuando políticamente, contra la violenta propuesta del encumbrado dirigente político extrangero. Ello es lo que en este momento, me hace sospechar, franca y llanamente, que ese comportamiento puede considerarse como una carambola falsa. Bien pudiéramos creer que dichos pronunciamientos, más que ciertamente tratar impedir la postulación del dicho candidato, se ha propuesto unificar los más sensibles criterios de nacionalidad dominicana en torno al supuestamente objetado político. Casi valdría sospechar que detrás del conocido pedimento del senador, se esconde una sutil intención de favorecer al candidato tanto como ha sido y como parece que puede seguir siendo durante los próximos días, en la medida que el aparato mediático del experimentado candidato tienda a exacerbar viejas heridas latentes en la piel de los dominicanos, que nunca parecen cicatrizar y que si suelen lastimarse hasta al paso de cualquir brisita norteña contaminada de arenas que lleguen hasta los ojos.
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