Los actos humanos considerados como respuestas apropiadas, beneficientes a los diseños previstos como ventajas evolutivas, conducidos sobre las rutas ideales o divinales a vista de la imaginación inteligente del ser humano, ya sean estass vistas o medidas desde dimensiones meramente espirituales tanto como simplemente materiales, suelen matricularse en nuestro sistema de lenguajes literales desde nuestra cultura común como "valores", aplicables, como norma común práctica, en todas las lenguas de las que tengamos referencias.
Una medida de esas propiedades humanas consideradas como favorables al proceso evolutivo desde la materia biológica tiene una expresión humana que se conduce siguiendo los procesos que en nuestras lenguajes de comunicación, reconocemos, desde los signos o marcas españolas, como "competencia".
La competencia es interpretada como una línea o ruta de renovación, diversificación, diferenciación y ajuste, seguido por las combinaciones materiales, siguiendo la que se considera un sistema lógico de la existencia material.
Esa ruta de competencia seguida a partir de esa nombrada lógica material conduce a ese marco biológico de luchas o competencias de poder expresadas como necesidad de la existencia y la supervivencia.
De esta descienden las urgencias de la reproducción biológica, como, del mismo modo, las urgencias por la considerada progresión de la superación o perfección biologicista que busca imponerse siguiendo la ruta de la divinización, la idealidad divinológica que estimula esas urgencias.
Serían estas urgencias las que demandan desde los sistemas que desarrollados sobre la biosfera terrestre, generan con insistencia propia de la tenacidad indetenible de la naturaleza material, natural.
Así, de lógica ha de resultarnos la inagotable existencia de la naturaleza biológica, su competencia natural por la superación, el poder instintivo demandado por las urgencias reproductivas encaminadas a las formas de extensión, conversión, modificación y "superación", material, del sistema biológicista.
Sin más ni menos, sin bien ni mal, más allá de la "Diosfera" cósmica universal, sobre la que se soportan todos los niveles imaginables del pensamiento seguido o interpretado desde la sabiduría hombre.
Todas las expresiones de superación, competencia, afirmaciones, conquistas evolutivas, cultivos y demás exposiciónes de poder, las mismas que en los sistemas humanos modernos son certificados, reconocidos, valorados mediante los llamados recursos económicos o del conocimiento, constituyen exactamente muestras sobre las diversas expresiones de acumulación, progresión, superación, de las distintas formas tras las que se acumulan los poderes biologicistas, las marcas materiales de esas progresiones mentales seguidas por los intersticios neuronales de las complejidades biolócas de la inteligencia humana.
Cambiar, progresar, crecer, evolucionar, es seguir la ruta de la idealización, la divinización, la consumación o maximización del pensamiento humano. No era necesario intentar ni amenazar con matar a Dios. Frederick Nietzche, simplemente se desesperó, se precipitó, Dios es la meta matarial de la idealización humana, asumida desde el proceso de evolutivo verificado sobre curso material del biosfera, como "Diosfera terrestre".
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