Caminos de otros tiempos borrados entre los verdes
matorrales silvestres
Viven en los trazos perennes que duermen abiertos en mis ojos cerrados
Tardes que se apagaron entre los ojos despiertos de esfinges luminiscentes
Y el canto ilimitado de violines desafinados en coros de reptiles y cigarras
El claro de tus ojos claros relucía contra la misma palidez de tu frente
Tu propia mordida de los labios hacía mojar las manos, axilas y palabras
Al par los años crecidos patios contra patios, del riachuelo a la quebrada
Palpitaban los miedos y sustos, la adolescencia y sus desconocidos divinos
Tiempo de risas y sonrisas sin ensayos cuando alza el lagarto su lagartija
Tiempo de morir al descubrirse el ojal del vestido ante el gesto inconsulto
Fuimos de las manos por plazas y calles regadas de sol o de lluvias
Hablamos de libros y colores, versos y canciones, verdes y ramas
Armónicos al pasar, contamos distancias, ociosos tiempos y edades
Cada palabra iniciaba una historia nueva sobre niños, pájaros y flores
Fuimos paseantes exhibidos a la envidia como perlas de caracolas
Medio formadas, movía sus caderas en cadencia con su voz quebrada
El hilo de sus motivos terminaban convencidos al diseño mis palabras
Tiernas, amables y limpias a la sintonía de su niñez, de ninfa transferida
Liquidez pálida de sus dedos, fluía entre los míos, cual leves pecesillos,
Sitios gemelos en las aulas, secretos de rosas, mismos aires y respiros
Arribaron sin contarse los días de tormentas, rutas y distancias obligadas
Los ríos se volvieron mares cada vez más anchos, naves en rumbos opuestos
Marcaron nuestros viajes. Días afanados y noches infinitas de costados
Soportaron los decenios de memorias retenidas y vírgenes pasiones rotas
Tanta distancia, tanto mar, al cabo del círculo arribamos a mismo puerto
Cabalgamos sobre las deudas, risas y besos, desvelos, playas y bahías
Volvimos a la quebrada, no es la misma, ni al pie está el mismo riachuelo
La sublime dignidad inscrita en sus tiernos surcos desvaneció la nostalgia
Mis manos de nuevo sudorosas contaron sus latidos, la misma fue su voz
Convertimos en juguete lo nuevo de sus caderas y sus ojales reventados
Otra vez sus ojos claros, encandilan la mirada contra el pálido de su frente
Otra vez el remorder de labios contenían la saliva, otra vez hoy los sueños.
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