"... es casi seguro que han tenido una tasa de retorno positiva...." (Freddy Lara)
Una divinidad es una aspiración máxima por ser alcanzada. Es el paradigma emocional, espiritual y materialmente magnificado en nuestros pensamientos como reto al que nos convoca, compele y nos reclama el proceso natural de la evolución bioógico-social. De allí parten nuestros valores, buenos y malos. Nos lo demandan los signos de la evolución, como tal los procuramos como cultivos prematrimoniales, escogiendo instintivamente, cultivando, desarrollando y luchando tras las metas trazadas por los dioses o ideales, tratando de alcanzar los privilegios de la inteligencia físico-motora, artística, científica, etc. es decir, la que nos coloque en la continuidad material, espieritual, etica-moral y emocionalmente en la punta de la selección demandada por los proceos evolutivos, naturales. Nos resultan poco comprensibles, muchas veces, los procesos de selección, por ejemplo del futuro Dalai del Tibet o las suscesiones monárquicas, pero la naturaleza cuenta a partir de sus propios mecanismos. Las sociedades que nos acogen y a las que nos acogemos, como los sistemas de gobiernos y Estados políticos, etico-morales, legales y como tales, materialmente funcionales, vienen siendo servidos bajo la aceptación emocional e ideológica imperante, como parte de nuestros arreglos sociales y paradigmas ideales, por miles de años. Es así como nos acogemos a esos buenos tratos o malos tratos que nos llevan a magnificarnos en esas cosas endiosadas o idealizadas por nuestra legalidad, nuestro sistema de acumulación capitalista, nuestros derechos a nacer y ser dioses, como máxima aspiración de los procesos evolutivos naturales..
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