LA INTELIGENCIA DEL LENGUAJE PRECISO
Una de las marcas de la evolución social, neurológica y biológica operada, valiosa y definidora del desarrollo del animal humano, ha sido su lenguaje, convertido en una red de hilos, nudos y entrecruzamientos altamente inteligentes tanto como, nos atreveríamos a sugerir, compatible con el entramado mismo de la red biológico-físico-química del mundo celular. El lenguaje, sin embargo, adolesce de tantos huecos evitables, mucnas veces demasido evidentes.
Los excesos de rellenos, muletillas, referencias, citas y extensiones intrascendentes, suelen convertirse en necedades, muchas veces dicentes, más que todo, de la incapacidad del comunicador para cerrar sus frases que de su habilidad para agregar algún colorido difuso que pretendiera exhibir como gesto oratorio elegante.
Las referencias forzadas, innecesarias, muchas veces pretendidas de exhibición excedente sobre algún dominio retorcido o inconexo en relación con el conocimiento de lo tratado, no hace más que maltratar, alargar, difuminar en nubes de dudas la integridad del contenido tratado, de la comunicación precisa, del objeto deseado. Las citas intrascendentemente traídas, con el único ánimo de exhibir algún dejo de vanidad intelectual, cuando se trate de una audiencia alfabetizada en el lenguaje medianamente cultivado, deben evitarse .
Sólo cuando sin su presencia el discurso resultara incompleto, impreciso o trunco, las citas serán necesarias, valederas, aportantes capaces de sumar valor al producto que se pretende vender en forma de discurso.
Los florilegios, halagos, piropos, clichés, insultos, adjetivos imprecisos, etc., deben evitarse, prescidir de ellos, dicen mucho mejor de la inteligencia y utilidad del discurso y su emisor, que la exhibida pretensión de adornar procurada durante cualquier confefencia, conversatorio o charla a través de la que se pretenda suministrar algún aporte informativo, útil, veraz..
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