Lo que bien pudiéramos tildar como "ateísmo ilustrado", referiría la contraposición a la insistente pasión asentada en la práctica elemental, digamos que vulgar o rural, que caracteriza el discurso mentalmente bien acomodado al intelectual corriente que con sencilla fluidez desemboca sus razonamientos escasamente meditados más allá de las ideas comunes que tienden a medirlo todo en función de los métodos sensitivos, propios de nuestra naturaleza menos compleja.
Sin embargo, bien cierto, ciertísimo, es que en ocasiones el cerebro humano alcanza a desentrañar nuevos esquemas, rotulando nuevos paradigmas sociales, detrás de los cuales siempre surgen mayores complicaciones relacionadas con las respuestas materiales reconocidas como fruto del pensamiento.
Entre los más acendrados e históricos paradigmas de que fluyen como ideas del pensamiento humano, fruto de la materialidad corriente de los seres vivos como respuestas a la organización material que alcanzamos a reconocer.
Sin embargo, igual de cierto es, que toda teoría en la que se sustente cualquier paradigma fundado en la naturaleza material a la que alcanzamos a tocar con nuestros pensamientos, apenas nos alcanza para imaginar que todo lo imaginable es tan inmenso que cualquier pretensión de limitar sus propios alcances resulta francamente absurdo. Por lo menos, las pretensiones evolucionistas que inducen ese pensamiento sobre la idea de lo ilimitado, ha de lucirnos más pretensioso, más elegante, más llenos de afán.
La verdad, ciertísima es, que bajo el esquema evolutivo, la divinización humana o humanización de lo divino se corresponde intensamente, ampliamente con la concepción de la realidad, lo materialmente razonable, por cuanto, muchísimo más lógico, pensable que cualquier grado de nihilismo ateo por ilustrado que el mismo pretendiese exponerse. La divinización luce materialmente razonable como superación continua, constante, lúcidamente imaginable.
El ateísmo por ilustrado que se presente, abiertamente, resulta frustrante, ríspido, insustentable y enconado sin salida, tan limitado como todo un punto particularmente oscuro como un hoyo negro infinitamente tan denso, infartante, críticamente imposible. La Teoría divina luce abierta, fresca, relajada, humanamente asimilable, sencillamente dulce.
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