Muy variadas suelen resultar los comportamientos de algunos seres humanos dotados de particulares inteligencias, habilidades artísticas, fisiológicas, comprensión inteligente y otras diferencias que pueden sorprender al resto de los seres comunes.
Las inteligencias cargadas de talentos excepcionales, por ejemplo, para las coordinaciones musicales así como para otras artes, impactan tanto como para hacer convertirse en fenómenos y curiosidades, muchas veces, convertidas en respetables valores sociales.
Sin embargo, los históricamente mejor valorados, respetados, admirados y seguidos con entusiasmo y ansiedad de imitación como paradigmas del continuo perfeccionamiento biológico, son los considerados como genios pensadores, como patrones para ser seguidos y deseados para instintivamente ser reproducidos que es la manera aparentemente más lógica a la que acude la evolución biológica para conducirse sobre la ruta de ese perfeccionismo aspirado por el mismo proceso biológico natural.
Esas idealizaciones procuradas como configuraciones humanas de las demarcaciones preferidas por la mistificación evolucionista, con frecuencia sufren afectaciones de extraños comportamientos, quizás saturados de algún egoísmo, soberbia, sobreapreciación inducida por las respuestas incidentales que se sobreponen a las propias incitaciones del entorno social que desespera con la urgencia de la afanosa carrera gametocítica,
De tal manera afana, intenta proteger y busca atender la biología social que actúa sobre los indeterminados azares que siguen el proyecto material biologicista, genético, aparentemente azaroso.
El resultado viene a ser esa protección premiada, privilegiada, excepcionada por la selección de esos puntos perfeccionados que son así encumbrados al reinado de los privilegios humanos, biológicos y quizás hasta espiritituales.
Los casos de apariciones circunstanciales como las de esos genios de las ciencias y otras experiencias sobredimensionadas del conocimiento, nos guían hacia esos objetos que, sin embargo, muchas veces, se reniegan a ser reproducidos como sería la exigencia aparente del curso natural. Algunos se vuelven tan temerosos, extraños dearticulados que hasta se niegan a consentir la reproducción natural de su propia anatomía.
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