Saberse o aprecierse uno mismo convencido "irrestrictivameente, convencidamente, irrenuciablemente" de la divanal absolutez de los postulados científicos, constituye una expresiva convicción de fe tan valedera, neural y subjetiva como tanto lo será en última instancia, cualquier otra convicción de fe considerada religiosa o no religiosa, toda vez que siempre ha de partir del conocimiento que siempre tiene que partir de la experiencia registradsa en la memoria material de nuetras experiencias que constituyen el conocmiento.
Es esta experiencia neural, la alacena construida con los ladrillos materiales de nuestra anatomía celular, molecular, atómica enganchada, ensartada en ese prístino fenómeno que como flecha dirigida del poder celestial, entendiendo que es este, el más encumbrado vértice neuralógicamente concebido, parece atravesarlo todo y está en todas partes, al menos, en cuanto le es posible imaginar al ser humano.
Las metas humanas concebidas, reconocidas, como aspiraciones sociales, científicas, morales, religiosísticas, de cualquier indole imaginada, coinciden todas en ese vertice, ese infinito moral, asintótico, que, al menos, leido desde la cultura o civilización que congrega al ser humano, suele considerarse como bien por alcanzar y su opuesto enterno, su contrario, el mal.
A todo hecho, pensar, proyecto, idea, que tiende hacia "el bien", corresponde, por todo lo expresado, a la expresión de "lo divino, lo divinal, todo lo que se corresponda a su opuesto, lo concebimos como "el mal". El cerebro humano, lucha, se esfuerza, se dedica a vivir en función de ese objeto singular, el alcance de "el bien" y a combatir, así mismo, a ese opuesto, "el mal". Filósofos, políticos, moralistas, santos, dioses se esfuerzan vívidamente, denodadamente, a costo de vida o muerte, a alcanzar, esta meta, este bien.
De frente a este esfuerzo, no existen diferencias de metas, no existen planos, entre los diseños concebidos sobre la estructura humana, que no haaya sido concebida sobre la premisa de ese afanoso objetivo que lo compele a alcanzar "el bien", independientemente de cual sea la ruta de complacencia para cumplir con la correccion de esas demandadas necesidades impulsadas bajo el mismo requerimiento del evolucionismo que rige el diseño de la meta himanística.
Contra esta convicción genética, parece imposible ateísmo alguno. No importa cual haya de ser el signo léxical, grafico, imaginativo, la contextura genética acarreada junto a la material biología anatómica humana, en todos los casos de sobrevivencia humana parecen indicar que todos los afanes conducen en ese único sentido: alcanzar una ideal meta sin más razón que la de ese asintótico máximo....infinito.
En fin, las creencias constituyen un imprescindible subjetivismo de la evolución material, tan humano, real, e indescifrable, que no está a más alcance que el de las esperas de nuevos conocimientos. Guerras, ideologías políticas, religiones, teorías morales, tratados de historias, desarrollos científicos, ateismos, diosismos, todos, consisten en variaciones, movimientos musicales, danzas artísticas de sirmpre los mismos propósitos intensiones e interpretaciones de los modos de respuestas a las citas de la evolución biológica, natural y, en última instancia, simplemente material.
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