Cierto, ciertísimo es que la lucha competiva expresada a través de la guerra militar desarrollada entre estados nacionales, geografías regionales, conglomerados sociales ideológicos, tienden a delimitar como final, como último propósito, la lucha competitiva llamada a lograr, asegurar, necesidades biológicas demandadas como respuestas neurológicas básicas.
En su última instancia de expresión, la solución de necsidades reclamadas por el sistema neuronal como requisitos imprescindibles para mantener estabilizados dinámicamente las funciones del estado biológico vital, incluida su imprescindible función de reproducción, que es la que garantiza, asegura la preservación de la especie biológica constituida en expresión fundamental de su existencia.
Es de donde nace la urgencia por la preservación del estatus competitivo que dicta las órdenes de luchar por la sobrevivencia biológica de cada objetivo viviente, que se expresa luchando por existir, continuar la especie de la que se forma y se propone mantener esa continuación, superando y aprovechando cualquier recurso material válido ante esa urgencia que le demanda continuar su existencia, sobre todo, cuidando su propio proceso de reproducción.
A partir de esta urgencia surgen los reclamos biológicos, neurológicos, por dejar atrás al otro, sin mirar hacia atrás, por medio de la destrucción, exterminación por cualquier medio de cualquier obstáculo que resulte contrapuesto a esa obligada urgencia de alcanzar esa superación constante hacia esa perfección ideal, divinizada en el subjeto que se lo propone, como perfección ilimitada.
La interpretación que materialmente mueve este propósito, consiste en un sistema de respuesta biológica, neuroanatómica, fundada en procesos dinámicos de conversiones y aprovechamientos elecroquímicos capaces de asegurar esas fuentes energéticas que garantizan esos procesos electrodinámicos.
Esas demandas biológicas son las mismas que determinan las acumulaciones y aprovechamientos de esos flujos de energía que han de asegurar las ganancias netas sobre esos afanes por la conservación, aumento y multiplicación de la vida.
Pasos más adelante resultan los reclamos por triunfos relacionados con las capacidades para sobrevivir, destruir al otro, crecer y multiplicarse sobre los restos del otro.
Así, la lucha es, lucha por la destrucción del otro, para crecer sobre los restos del otro.
Para ello es necesario aprovechar la biología, las corrientes sanguíneas, la incorporación de los elementos que componen las estructuras físico-biológicas necesarias, estas que luego son interpretadas por el sistema cerebral como logro triunfo, satisfacción, reconocimiento, felicidad, etc.
La guerra militar genera todas las satisfacciones demandadas por estos reclamos.
La Guerra es la Guerra.
El deporte, la alimentación, el crecimiento biológico, la destrucción del otro, el dominio de los espacios ocupados por el otro, el poder sobre el otro, genera esa interpretación por cuenta del cerebro, de satisfacción, de felicidad, de trinfo sobre la lucha por la existencia.
La oxidación que participa en la producción energética que alimenta las acciones del músculo, genera esas energias electroquímicas que alimentan los cambios celulares, aportando energía, que se traduce en satisfacción, en felicidad, según la interpretación neuronal como lo traduce el cerebro.
La Guerra es la Guerra.
Así, la lucha por los controles materiales, determinan todas las razones de la guerra.
El dominio sobre la materia y sus convenciones y conversiones en valores materiales acumulados, constuituyen las urgencias de las Guerras.
La Guerra es la Guerra por el control material de las satisfacciones biológicas.
Esa, así es La Guerra: una competencia por dominar el suministro de las necesidades biológicas del hombre que hace la guerra.
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