La Guerra es la Guerra, un recurso devenido de las competencias generadas por los impulsos del material del evolucionismo.
Lo moral, los ordenamientos avenidos como parte de esos procesos biológicos, físicos, químico-termodinámicos que los científicos han dado en nombrar como "Entropía de los Procesos Naturales", referidos fundamentalmente a la dinámica de los cambios permanentes que son universalmente aceptados como lo último del esencialismo de la existencia natural, ha sido concebida y hasta diferencialmente medida, matematizada, y, en el caso de las disciplinas de los conocimientos dedicados a caracterizar el esoterismo o espiritualismo, ha sido elevada hasta la divinización por encima del mismo entendimiento humano.
Así, la moral de La Guerra, alcanza la cumbre del cumplimiento exaltable, cuando se alcanza a vencer, a superar a los demás por encima de cualquier otra interpretación concebida que se le oponga.
La Guerra es la Guerra.
El mundo terrenal, donde la especie humana, al entender del refereciado cerebro neuronal humano, evolucionar, perfeccionarse uno, es alcanzar a dejar atrás todo lo demás, incluidos todos los demás seres humanos, hacerse uno mismo dios único.
Hoy, como en todos los tiempos servidos por la historia, la lucha, la competencia, el duelo mortal, el duelo moral, sigue ese patrón infalible que avala ese curso de la norma natural de la competencia evolucionista. Vencer es destruir, sobrepasar, alcanzar a ser el máximo, el dios.
Todos los arreglos propios de La competencia evolucionista están compelidos a desatender ordenamientos que se les opongan a las destrucciones y superaciones evolucionistas.
La Moral de la guerra es una: vencer, superar, sobrevivir, destruir a los competidores.
Soñadores filosóficos resultamos los seres humanos atrapados en redes de sentimentalismos moralistas, contrapuestos a las rutas del evolucionismo.
La Guerra es La Guerra. Materia es exaltación, en todo del universo geográfico, geopolítico, religioso, humano, biológico, etc., donde La Guerra es La Guerra.
Todos los principios ideológicos cumplen con ese objeto definido, con ese orden material, orden de dominio absoluto sentido, propio del evolucionismo natural.
Cualquier arreglo social, concebido en función de los más pristinos intereses definidos sobre derechos y deberes sociales caben con exactitud infinitesimal en los reclamos acordados por los consensos de los dioses de ese evolucionsmo que sirve a las adaptaciones biológicas.
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