El Ateísmo, como pensamiento filosófico, bien cabría ser enmarcado como una expresión religiosa, generalmente, exhibida como práctica deformada de un sentimiento de rechazo, rebeldía o negación difusa de la propuesta filosófica que propugna por el paradigma de la existencia de un imprescindible "origen de las cosas", negacionismo que al ser extendido llega a negar ese origen asentado como propio de la Divinidad Creadora. El ateísmo filosófico de los antiguos pensadores, no llega tan lejos.
Epicuro, por ejemplo, desarrolló sus teorías morales sobre el bien y el mal. Los ateístas populares, recogidos como religiosos de ese negacionismo deportivo, suelen limitar sus cruces filosóficos a las contraposiciones de sistemas y prácticas religiosas como las consignadas en las historias orientales y las variantes deducidas de las mismas como el madeísmo, paganismo, judaísmo, cristianismo, islamismo, etc.
Sin embargo, movimientos de pensamientos poderosamente asentados en la historia desde lo más antiguo hasta lo más moderno, se van refinando constantemente como ideas cada vez más acabadas. El Positivismo, asiento del pensamiento científico moderno, propugna por una concepción de lo racional, lo práctico, lo medido, lo experimentable, tras una firme tendencia a evitar la especulación, lo sobrenatural.
Sin embargo, cada vez que el racionalismo, el empirismo, en cientificismo, se extienden tras el conocimiento mejor afinado de la materia, el descubrimiento de, por ejemplo, la composición atómica, cada detalle abre un mundo de infinitos argumentos, variables y propiedades, sobre los que se expanden nuevos misterios Universales. Resulta así que si bien es cierto que "La Ciencia" ha sido tan inteligente, que como estrategia y como táctica, ha sabido dejar abierta de par en par la brecha nunca cerrada de aceptar la expansión ilimitada del conocimiento y del reconocimiento al carácter falible y corregible, sin límitaciones.
El cientificismo puede reconocerse como argumento del racionalismo, como estrategia filosófica, como argumentación de un perfeccionismo idelizable, divinal. Contrario al cierre deportivo del Ateísmo, ese cientificismo se mantiene parapetado tras el argumento racionalista de la apertura infinita al conocimiento. La Ciencia y el Cintificismo se mantienen alimentados al amparo mismo de la Creación Divina desde la Naturaleza o La Naturaleza de la Creción Divina, cubre bajo su comba imaginaria todo lo concebible dentro de la red infinita de todo pensamiento humano.
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