viernes, 1 de abril de 2022

UCRONÍA Y FILOSOFÍA


LA EXPERIENCIA, madre de la objetividad, de lo razonable, de la contundencia y el realismo, con frecuencia sufre las deformaciones propias de las suposiciones poéticas, la fecunda imaginación retroproyectada por el pensamiento racional capaz de crear las ciudades del idealismo utópico, religiosístico, divinal, espiritual. 

Con frecuencia, los poetas tienden a recrear sus  espacios utópicos, románticos a partir de una pseudo concienca fundada en ucrónicos pensamientos, no carentes, por ello de inteligencia, sino, por el contrario, como fruto de la creatividad artistica, la suposición lógica de conexiones y puntos azimutales matemáticamente concebibles. Sin embargo, de certezas apenas probabilísticas, incapaces, finalmente, de acertar ante la realidad que ya la ha desmentido. 

Así que se vuelven, desvanescientes fantasías, ucronías artísticas, no exactamente acientíficas, pero si contundentemente inciertas. Escribir, afirmar, suponer  sobre aquello que nunca fue, sobre el posado inexistente, tiende a convertirse en un doloroso acto, obligadamente contrapuesto a la realidad, contra el hecho cierto.

 Más allá de la poesía, del lenguaje presumido, de la adivinación o el azar, el predictor bien apuntalado ha de evitar expresarse sometido bajo los influjos de la cacería aventurada del dicho "si lo hubiera hecho", "si me hubiera escuchado", "si hubiera sido", cuando los hechos muestran que la realidad fuera, ya otra. 

Pasamos a lucir como adivinadores, presuntos dioses fallidos, cuando intentamos justificar tardíamente los hechos no acontecidos. Las ucronías cantadas por predictores alternativos de la contra realidad, caen en la inobjetividad, lo contracientífico, lo inesencial del religiosismo inmaterial. 

Uno de los escollos que aun turban el asentimiento de disciplinas profesionales de altos arraigos sociales, como la Psicología y hasta la Psiquiatría, lo constituyen las resbaladizas conjeturas, pretendidas de explicaciones fantásticas, luego de fallos conjeturados como ucrónicas incertidumbres, improbadas. 

Los políticos, aventureros consuetudinarios de la proliferación de ucronías, con frecuencia acuden a sus mejores dotes de inteligencia para intentar  retorcer, a veces estropear de la peor manera, sus ucrónicos desaciertos.

 La Filosofía, como la poesía, son princesas de frágiles filamentos  cuyas ternuras manejan los profesionales con suma destreza e imaginación ucrónicas, mil veces tolerables. lo mismo que el conjunto de las Ciencias Sociales, en general, sin embargo, el sociólogo inteligente, es siempre el que evita caer en los precipicios de justificaciones ucrónicas, tardías, tontas, precipitadas. 

El filósofo inteligente sabe presindir del ucronismo debilitante. El análisis de los hechos objetivos, recrean la ciencia y se erige en columnas de la certeza y la mayor rigidez de la Filosofía y la razón. 

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