jueves, 30 de julio de 2020

LUPUS DE MORO, POEMA (AUTORÍA SIN CONFIRMACIÓN)

Quien triste tiene su corazón
Venga a oír esta canción.
Oirá poema acabado
Hecho de amor y bien rimado
Un escolar la rimó
Que siempre las damas amó;
Pero siempre educación tuvo
En Alemania y en Francia
Se quedó mucho en Lombardía
Para aprender la cortesía.
En el mes de abril, después de comer,
Estaba yo bajo un olivar.
Entre los ramos de un manzanar
Un vaso de plata vi estar;
Lleno estaba de un claro vino
Que era bermejo y fino;
Cubierto era de tal manera
Que no lo tocase el calor.
Una dama lo había puesto allí
Que era señora del huerto,
Para que cuando su amigo viniese,
De aquel vino a beber darle pudiese.
Quien de tal vino tuviese
En la mañana cuando comiese:
Y de ello bebiese cada día
Nunca más se enfermaría.
Arriba del manzanar
Otro vaso vi estar;
Lleno estaba de un agua fría
Que en el manzanar nacía.
Habría bebido de ella con gusto
Pero miedo tuve que fuese con maleficio.
En un prado puse mi cabeza
Para que no me duela la siesta
Me quité las vestiduras
Para que no me moleste la calentura.
Me acerqué a una fuente perenal,
Que no existe hombre que viese tal;
Tan gran virtud en ella había,
Que del frío que de ella salía,
A cien pasos alrededor
No entraba el calor.
Todas las hierbas que bien olían
La fuente cerca de sí las tenía:
Y es la salvia, y son las rosas,
Y el lirio y las violetas;
Otras tantas hierbas allí había
Que sólo nombrarlas no sabría;
Mas el olor que de allí salía
A cualquier muerto resucitaría.
Tomé del agua un trago
Y fui todo refrescado.
En mi mano tome una flor,
Que sepan, no de todas la peor;
Y quise cantar del fino amor.
Mas vi venir una doncella;
Que desde haber nacido no vi tan bella:
Blanca era y bermeja,
Cabello corto sobre la oreja,
Frente blanca e joven y lozana;
Cara fresca como manzana;
Nariz igual y derecha,
Nunca había visto tan bien hecha;
Ojos negros e sonrientes,
Boca de poema y blancos dientes;
Labios bermejos, no muy delgados,
De verdad bien medidos;
Por la cintura delgada,
Bien de estatura y medida;
El manto y su túnica
De seda era, y no de otra;
Un sombrero tiene en la cabeza,
Para que no padezca de la siesta;
Unos guantes tiene en la mano,
Saben, y no se los dio un villano.
Flores viene recogiendo,
En alta voz de amor cantando.
Y decía: “Ay, mi amigo
¡Si me veré jamás contigo!
Te amé siempre, y amaré
Cuanto que viva seré!
Porque eres escolar,
Quien te quiera te debería más amar.
Nunca oí de hombre decir
Que tan buena manera tuvo en sí.
Más me gustaría contigo estar
Que a todo España mandar.
Mas de una cosa me tengo cuidada:
El miedo de ser engañada;
Que dicen que otra dama
Cortesa y bella y bona,
Te quiere tanto bien,
Que por ti pierde su seso;
Y por eso y por miedo
Que a esta quieras mejor.
Mas si te viera una vez sola,
¡En seguida me quisieras por amada!”
Cuando mi señora esto decía,
Que sepan que a mi no me veía;
Pero sé, que no me conocía,
Que de mi no huiría.
Yo no hice aquí como un villano,
Me levanté y la tomé por la mano;
Nos juntamos ambos en par
Y nos pusimos debajo del olivar.
Le dije yo: “diga, mi señora,
¿Si has ya conocido el amor?”
Dijo ella: “Claro que sí, con gran amor ando,
Mas no conozco mi amado;
Pero me dijo un suyo mensajero
Que es clérigo y no caballero
Sabe mucho de trovar,
De leer y de cantar,
Me dijo que es de buenas gentes,
Joven con barba picante.”
“Por Dios, dígame, mi señora,
Qué dones te regaló él por su amor?”
“Estos guantes y este sombrero,
Este velo y este anillo
Envió a mí este mi amigo,
Que por el amor a él traigo conmigo.”
Yo reconocí en seguida los regalos,
Que yo se los había enviados;
Ella reconoció en seguida mi cinta,
Que ella había hecho con sus manos.
Se quitó el manto de los hombros,
Me besó la boca y los ojos;
Tanto gusto a mí me tenía,
Que hablarme ni siquiera podía.
“¡Dios señor, alabado seas
Cuando conozco mi amado!
¡Ahora todo está bien
Cuando conozco mi amigo!”
Un largo tiempo allí estando,
De nuestro amor hablando,
Ella me dijo: “mi señor, hora me sería de volver, si no le fuese a pesar.”
Yo le dije: “Váyase, mi señora, ya que ir quiere,
Mas de mi amor pensad, fe de eso me de.”
Ella me dijo: “bien seguro sea de mi amor,
No lo cambiaré a Vd. por un emperador.”
Mi señora se va seguido,
Me deja a mí desconsolado.
Apenas la vi fuera del huerto,
Que por poco me muero.
De verdad me quise dormir,
Mas una paloma vi;
Tan blanca era como la nieve del pico,
Volando viene por medio del huerto;
En la fuente quiso entrar
Mas cuando a mí me vio estar
Entró en la del manzanar
Un cascabel dorado
Traía al pie atado.
En la fuente quiso entrar,
Cuando a mi me vio estar,
En el manzanar.
Cuando en el vaso fue entrada
Y fue toda bien refrescada,
Ella quiso salirse del vaso
¡Se vertió el agua sobre el vino!
Aquí empieza a pelear
El vino, y el agua a protestar.
El vino habló primero:
“mucho me has venido mal compañero!
Agua, de mala maña,
No quería tu compañía;
Que cuando te ligas con buen vino,
Lo haces débil y mezquino.”
“Don vino, por mi fe,
¿De cuáles calidades que tienes
Te quieres jactar,
Y a mi me quieras depreciar?
Cállate; yo y tú no peleemos,
Que tus mañas bien las sabemos:
Bien sabemos que sentido das
En la cabeza en la cual entras;
Los buenos te aprecian poco,
Porque del sabio haces un loco;
No hay hombre tan sensato,
Que de ti no se haya hartado,
Que no haya perdido el seso y el sentido.”
El vino con rabia lleno,
Dijo: “don agua, ¡mala lengua tienes!
Sucia, desvergonzada,
Salgue a buscar otra posada;
Que puedas a Dios jurar
Que nunca entraste en  tal lugar;
Antes amarilla y atroz,
Ahora bermeja y hermosa.”
Respondió el agua:
“¿Don vino, que ganas
En las villanías que dices?
Pero si quieres con eso pagar,
Digamos a ti las verdades:
Que no hay hombre que no lo sepa
Que hijo eres de la cepa,
Y de verdad te digo
Que no seas injusto conmigo;
Que haría mucho tiempo que tu madre
Sería quemada.
Si no fuese por mi ayuda:
Mas cuando veo que le van a cortar,
Lloro y hago la uva levantar.”
Respondió el vino:
“agua, entiendo que lo digas por juego,
De verdad me gusta de corazón,
El hecho que estemos en esta discusión;
Porque en esto que dices puedes entender
Como es grande mi poder,
Así ves que no tengo manos ni pies
Y derribo a muchos valientes;
Y así haría a cuantos en el mundo,
E incluso, si vivo fuese, a Sansón.
E digámoslo de una vez:
La mesa sin mí nada vale.”
El agua yace muerta riendo
De lo que el vino está diciendo:
“Don vino, si nos da Dios salud,
Hágame ahora un favor:
Hartad bien a un villano,
Que nadie le diera una mano,
Y si poco después no cae en el fango,
Dios serías de verdad en todo.
Y si esto hicieras,
Te otorgo que a mí vencido me habrás:
En una blanca pared
Cinco candelas pongas,
Y si el borracho no dice que son cien,
En todo lo que digo, en todo miento.”
“Por Dios, dijo el vino, mucho estamos en buena discusión,
Si conmigo de debatir tuvieras intención.
¿Quieres que te diga ahora una cosa?
No seas tan sucia:
Tú sueles calles y callejuelas limpiar,
…y andar,
Por tantos sucios lugares
Dejas tus señales,
Y sueles lavar pies y manos
Y limpiar muchos sucios paños,
Y sueles tanto andar con polvo mezclada
Que hasta en fango te conviertes.
A mí siempre me tienen honrado
Dentro de buenas cubas conservado;
Y podría contarte otras de mis mañas
Mas temo que luego te enloquezcas:
Yo hago al ciego ver
Y al cojo correr
Y al mudo hablar
Y al enfermo sanar;
Así como dice el escrito,
De mí hacen el cuerpo de Jesús Cristo.”
“Así, don vino, por caridad,
¡Qué tanto sabes de divinidad!
Alabado yo, y todo lo que en el cristianismo.
Que de agua se hace el bautismo,
Y dice Dios que los que de agua no fueran bautizados
Hijos de Dios non serían llamados.”
Mi discusión aquí la termino,
Y mandad que nos den vino.
Quien me escribió escribía,
Siempre con Dios vivía.
Lupus me hizo, de Moros.

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